Venimos de una sociedad maltratada. Tanto las universidades como las fábricas fueron territorios donde la dictadura cívico-militar aplicó la doctrina del terror y actualmente vivimos esas consecuencias.   Instalaron la palabra miedo en nuestras vidas.

De los 30 mil desaparecidos, un gran porcentaje eran estudiantes, profesores y  obreros.

Urge salir de las aulas al campo de la realidad; de la teoría a los hechos . De esta manera, creamos un Voluntariado Universitario de mejoramiento de viviendas, donde hacemos un trabajo territorial en la zona del Partido de Hurlingham.  Después de ocho meses de trabajo pasamos de ser 6 estudiantes, a 23. Estamos viviendo tiempos de cambio y de transformación.

Muchas veces se trata solamente de cambiar de lugar lo que ya existe y ésta es nuestra gran tarea. Eso fue lo que hizo Fidel con el Granma: soldados no llegaron de ningún lado, armas no llegaron de ningún lado, todo estaba ahí. Fidel cambió las cosas de lugar: capturó las armas que tenían los soldados de Batista. No existió ninguna escuela militar para planificar la invasión, fueron ochenta mareados que desembarcaron de un barco y que lo que hicieron fue cambiar las cosas de lugar. Personas con sueños, coraje, pensamiento creador, audacia, que fueron escuchados, interpretados y estimulados. Lo mismo ocurre hoy con las viviendas y sus habitantes. Nos están esperando para que los escuchemos, los interpretemos, los estimulemos y juntos transformemos el hábitat construido

Rodolfo Livingston

Contribuyamos en las bases populares y sus organizaciones, en actitud de servicio, a la formación de una arquitectura verdaderamente nuestra que cubra nuestras necesidades, aunque sea imperfecta en sus medios, bárbara si se quiere, pero poética, simbólica y creadora, porque integra con su esfuerzo nuestra raíz popular de la que surgirá el árbol que expresará nuestra propia palabra.

Claudio Caveri, «Sistema sociales a través de la Arquitectura”.

Teniendo en cuenta que el principal argumento a favor de la universidad pública, gratuita y universal es el de igualar las oportunidades, independientemente de la situación económica familiar, todos los individuos pueden acceder en edad temprana a los niveles de educación superior. Si bien la lucha es siempre en defensa de la universidad pública, sabemos que se defiende pero no se cuestiona el carácter público, y no solo eso sino que se confunde con el carácter de gratuito.  Como parte de la universidad pública (FADU-UBA) y como ciudadana, me detengo en la reflexión del exceso de fragmentación en varios aspectos de la sociedad, que tal vez, ya se toman como normales solo por costumbre a que sea así.

Desde la facultad de arquitectura hasta la sociedad se encuentra la disociación de partes de trabajo, desde el profesor al alumno, desde el alumno a la profesión, desde el arquitecto al usuario. La misma distancia existe entre lo público y lo gratuito, la educación pública y privada, y por sobre todo la teoría y la práctica. En la facultad, ante cualquier conflicto se hace el reclamo e inmediatamente la frase “educación pública” gana su espacio privilegiado en todas las banderas independientemente de las distintas agrupaciones políticas. Más allá de los diversos motivos de reclamo o de si estamos a favor o no, es indignante que este concepto solo se ponga en cuestionamiento cuando existe un conflicto, sin ser el hilo conductor de discusión con el objeto de transformación, no solo en cuanto a la realidad social y accesibilidad sino a una transformación desde el interior, poniendo en cuestionamiento la normativa académica.  Es aquí donde se observa la falta de cariño entre la teoría y la práctica, ya que somos entes individuales que trabajamos, nos educamos y actuamos bajo la fragmentación de conceptos en una sociedad también fragmentada.

Es nuestra facultad de arquitectura la que carece de un modelo pedagógico que sea consciente del “aquí y ahora”, que responda a las necesidades demandadas por la sociedad a la cual pertenece.  En los 6 años de facultad, uno no deja de aprender a diseñar enormes estructuras para sociedades que no nos representan o usuarios que no existen cuando tenemos problemáticas de viviendas que nos están esperando.  Entonces, cuando uno empieza a penetrar el campo de la realidad, dejando la ficción un poco en la universidad, es donde toma conciencia de que el trabajo se aleja cada vez más de los libros y de las aulas, y retumba cada vez más seguido esa frase tan escuchada en la facultad, “en teoría es así, pero en la realidad la hacemos así”.

Es aquí donde todos los estudiantes tenemos que detenernos y buscar una transformación para que esas distancias sean cada vez más cortas y luchar por un futuro académico consciente de que Argentina pertenece a Sudamérica y que Buenos Aires es solo una provincia y Capital Federal es solo un puntito en una gran extensión territorial.  Pero todo esto se logra con un consciente posicionamiento político dentro de una sociedad, sin miedo a pertenecer y mucho menos a transformar.  Desde el momento en el cual uno se inscribe en la Universidad Pública, ya toma un posicionamiento político, todo se transforma en política y tenemos que recuperar su buen concepto.

Las transformaciones solo se logran con pertenecer y ser conscientes de lo que eso significa.  Claro que, el poco compromiso político, es consecuente a los hechos que hacen nuestra historia,  desde la dictadura hasta los 90 y luego un 2001 que nos terminó de sopapear.  Pero si nos ponemos a pensar, de los 30 mil desaparecidos un gran porcentaje eran estudiantes, profesores y, por sobre todo, obreros.  Dicho esto, podemos afirmar que hace unos 35 años atrás la situación de la enseñanza superior era muy distinta a la que podemos vivenciar hoy como estudiantes. Venimos de una sociedad maltratada,  pero analizando más profundamente lo antes dicho, podemos decir que tanto las universidades como las fábricas fueron territorios donde la dictadura cívico-militar aplicó la doctrina del terror y actualmente vivimos esas consecuencias.   Instalaron la palabra miedo en nuestras vidas los sucesivos golpes militares que constituyeron un momento de inflexión en la Historia Argentina, tan decisivos como nefastos.  Ese es el miedo que dejaron y el que hoy tenemos que luchar para transformar; desde los alumnos hasta los docentes tenemos que empezar a ser conscientes de que la FADU (Facultad de Arquitectura, Diseño y Urbanismo) tiene que mirar hacia afuera, pero no hacia afuera del país o del continente, hacia afuera de lo que pasa o podría pasar en los barrios que están a pocos pasos de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires. Desde su lugar, los docentes tienen que transformar la posición de apolítica o acrítica en la que muchos se presentan.

La transformación requiere de la interdisciplina y del trabajo colectivo para poder dejar atrás la desintegración de conceptos, tareas y pensamientos. Esta patología es vivenciada por nosotros, como personas que elegimos ser futuros arquitectos, y por este motivo seis estudiantes y un docente, nos reunimos por motivación propia y decidimos tomar una posición ante todas estas cuestiones que venimos mencionando.

De esta manera, creamos un Voluntariado Universitario de mejoramiento de viviendas, donde hacemos un trabajo territorial en la zona del Partido de Hurlingham.  Que consta en poner en práctica un Programa del Ministerio de Planificación Federal, a cargo del Arq. Julio Miguel De Vido, que se originó en el año 2004, y que les brinda a los vecinos el acceso a un crédito sin intereses para el mejoramiento de viviendas existentes.  Después de ocho meses de trabajo pasamos de ser seis estudiantes, a veintitrés que integramos el taller. Lo cual nos indica que, si bien el no pertenecer aún está vigente, estamos viviendo tiempos de cambio y de transformación.

Es aquí, en el barrio, todos los sábados,  donde nacen conceptos un poco dejados de lado en la formación académica, que son el habitar y el territorio.  No es lo mismo hacer un plan de viviendas nuevas que mejoramiento de ya existentes, en el primer caso se aplica un módulo de viviendas iguales sin tener en cuenta a los distintos usuarios que la van a habitar, mientras que, en el mejoramiento de viviendas se respeta la historia de la casa, la manera de habitar de los vecinos y el barrio. Otras de las particularidades del programa es que, como mínimo, se deben presentar 20 viviendas que deseen realizar el mejoramiento, lo que construye una unión de grupo, un trabajo colectivo y un compromiso de todos.

Si bien, estoy totalmente de acuerdo que la construcción de viviendas sea parte del gasto público ya que no solo genera viviendas dignas sino que es una gran fuente de trabajo, considero que el mejoramiento de viviendas es un programa necesario para la inclusión social y el bien estar de las personas que no tienen acceso a créditos bancarios o acceso a técnicos para encontrarle la mejor solución a sus necesidades.

Nosotros consideramos que el trabajo territorial es indispensable para entender el aquí y ahora y, es ahí en el barrio, a pocos kilómetros de la Ciudad de Buenos Aires, donde nos enfrentamos a las cuestiones territoriales y nos damos cuenta lo lejana que está la formación académica de la Universidad Pública para atender a estas problemáticas sociales. Que, si bien, son simples de resolver, nadie nos prepara para esto■

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