Hoy cada cual tiene una valoración subjetiva sobre lo que puede ser considerado como populismo, cuando lo popular es puesto permanentemente en cuestión. Para pensar, abordaremos el momento histórico en que un movimiento político atravesó la praxis popular y la producción artística: el comienzo de la industria de masas a través de canciones folclóricas de Antonio Tormo y la literatura antiperonista del cuento de Cortázar “Casa Tomada”.

El contexto

En la década del 30 la economía argentina creció – con la 2da. Guerra Mundial – de la mano de las exportaciones. Y en la estructura social se operaron cambios que reflejaban esa evolución económica: hasta el ‘43 llegaban a Buenos Aires casi 72 mil provincianos por año, ascendiendo a 117.000 en 1947.

Hasta entonces la relación entre el gobierno y la clase obrera había estado marcada por una dura reticencia y oposición. Luego del golpe militar del ‘43, con Juan D. Perón, comenzó una política social propicia para los sectores obreros, desde la Secretaria de Trabajo y Previsión. Perón estableció relación con sectores que se convertirían en una fuerza social imprescindible para el ascenso o la continuidad del poder: los sindicatos y la masa obrera, distinguiendo las necesidades sociales imperantes, en virtud de las relaciones económico-sociales de entonces.

Dentro del enfoque revisionista, la adhesión política al peronismo es reductible a un racionalismo social y económico básico. Desde la visión de los trabajadores fue una respuesta fundamental a las dificultades económicas y a la explotación de clase. Y más: el movimiento representativo de un cambio en la conducta y las lealtades políticas de la clase trabajadora, que adquirió una nueva visión de la realidad política.

El atractivo fundamental que ejerció el peronismo, según James, radica en «su capacidad para redefinir la noción de ciudadanía dentro de un contexto más amplio, esencialmente social. Esta cuestión más el acceso a la plenitud de los derechos políticos constituyeron un lenguaje de protesta frente a la exclusión política.” Los primeros discursos de Perón a los obreros tuvieron un tono único. Si bien se hablaba de una comunidad indivisible – simbolizada por “el pueblo” y “la nación” – la clase trabajadora recibía un papel implícitamente superior en esa totalidad y con frecuencia se erigía en depositaria de los valores nacionales. El pueblo se transformaba en “el pueblo trabajador”, de modo que “el pueblo”, la “nación» y “los trabajadores” eran intercambiables entre sí.

Es interesante el empleo del lenguaje: por un lado los términos que traducen las nociones de justicia social y equidad pasan a ocupar posiciones centrales en el nuevo lenguaje del poder; por otro, términos que antes simbolizaban la humillación de la clase obrera adquieren connotaciones opuestas. Un ejemplo es la palabra “descamisado” – que el peronismo encarnaba y cada 17 de octubre mantenía vivo el recuerdo de la epopeya del ‘45 – utilizada peyorativamente por los antiperonistas y transformada por el peronismo en la afirmación del valor de la clase trabajadora. La doctrina peronista tomaba la conciencia, los hábitos, estilos de vida y los valores de la clase trabajadora tales como los encontraba, y afirmaba su suficiencia y validez.

El cantor de las cosas nuestras

En este contexto, aparece Antonio Tormo, un mendocino que en 1950 dio inicio al llamado “boom del folclore” y cuyas canciones operaron como plena identificación de una clase trasladada a las urbes por la industrialización nacional, a la vez objeto y sujeto de lo que sería el inicio de la cultura musical de masas.

A Tormo también le decían el cantor de los cabecitas, por los “cabecitas negras” peronistas. Su éxito fue tal que a los provincianos migrantes de extracción popular también los llamaban «20 y 20», ya que en los almacenes gastaban 20 centavos en una pizza y otros 20 en oír sus discos.

En 1950 El rancho ‘e la Cambicha vendió cinco millones de copias. Millones de discos para una época en que había muy pocos reproductores de discos 78 rpm, lo que obliga a pensar que donde había un tocadiscos, existía una copia del disco. Nunca antes un cantor había sido tan popular.

Tormo traía a las masas el sentimiento popular y les reflejaba a través de sus letras sus costumbres provincianas. El mainstream de la época, acompañado del contexto político de reivindicación de la clase trabajadora constituía un campo fructífero para que lo popular ocupara lugares que hasta entonces le habían sido vedados.

En el ‘55 Perón es derrocado y Tormo prohibido. Cargaba con la culpa de su enorme popularidad, ya que era el representante de un tipo humano bien determinado: el hombre sencillo de provincia, sustrato de la acción del gobierno peronista, objeto de un racismo nacido de un clasismo a ultranza.

La otra campana

Esta explosión de cultura popular coexistía con una opinión acerca de la ascensión de la clase trabajadora argentina, encarnada en textos como “Casa Tomada”, de Cortázar, publicado en la revista Anales de Buenos Aires en 1946 y recogido luego en Bestiario de 1951.

El cuento narra la historia de dos hermanos adultos que permanecen juntos en la señorial casa familiar. Ninguno se ha casado bajo el pretexto de cuidar la vivienda y les desagrada la idea de que un día, cuando ellos mueran, primos lejanos la vendan para enriquecerse. Después de una detallada descripción de la casa y de las meticulosas costumbres de sus habitantes, a causa de unos extraños ruidos (susurros, el volcar de una silla…), los hermanos se ven obligados a abandonar partes de la mansión, que son tomadas por intrusos. Finalmente toman la residencia completa y los hermanos se van, tirando la llave por la alcantarilla para que ningún desafortunado ladrón entre y se encuentre con la casa tomada. En ningún momento del cuento Cortázar especifica la naturaleza de los invasores. Pero sorprende la actitud de los hermanos, quienes frente a las circunstancias, se resignan.

Este cuento se interpreta como una alegoría antiperonista. La casa tomada sería la Argentina tradicional que debe retroceder bajo la avanzada del peronismo y la participación en la vida política de sectores, hasta entonces, marginados de esa actividad. Cortázar ha dicho que el origen de la idea para el cuento proviene de un sueño. Pero que “la interpretación antiperonista le parecía bastante posible, emergiendo incluso inconscientemente”.

¿Y qué hay con todo esto?

El anti peronismo de Cortázar y su visión sobre lo popular, pueden tomarse como testimonio del eje clase media/anti peronista que observa el surgimiento del movimiento obrero como una invasión, violación y agresión del espacio civilizado de la ciudad por parte de masas bárbaras que contaminaban el espacio personal y social.

La radicalidad de estas posiciones puede servirnos para pensar las forma de manifestación artística popular actual: cómo y quiénes se manifiestan y hacen uso de ellas. El neoliberalismo de los noventa está roto y ha dado lugar a movimientos sociales. Hay pluralismo, defensa de los Derechos Humanos y un proceso general de apertura. En lo cultural, ¿se mantiene la dicotomía? ¿Se verifica esa apertura social, ahora atravesada por un sistema tan homogéneo donde los medios de comunicación nos dicen qué comer/vestir/leer/escuchar, construyen realidades propias del posmodernismo más rabioso y nos empujan a exigir ser “incluidos”, arrastrados por una multitud que quiere indefectiblemente “ser parte”? ¿Cómo sobrevive lo genuinamente popular a la luz de la diversidad y la tolerancia, frente a la ola mediática generadora de masas?■


[1]James, Daniel, El peronismo y la clase trabajadora. Resistencia e integración (1946-1976), Ed. Sudamericana, Bs. As., 1990. Del Campo, H. – “El movimiento obrero hasta 1943”, en Sindicalismo y Peronismo – Los comienzos de un vínculo perdurable, CLACSO, Bs. As.,1983. Cortázar, Julio, “Casa Tomada”, Bestiario, Ed. Alfaguara, 1997.

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