El impulso y apoyo a la actividad científica y a la investigación para el diseño de tecnologías ambientalmente sustentables es un camino que no solo conducirá a obtener mayor eficiencia en los resultados de la política ambiental y en la lucha contra el calentamiento global sino que también podrá ser un paso previo para el impulso a los negocios o inversiones verdes para el desarrollo sustentable en nuestro país.

La Argentina debería apuntar a diversificar en el futuro la base de su producción económica nacional, y convertirse en un referente mundial en el diseño y producción de tecnologías verdes. Ello significaría además un aporte para el crecimiento económico general de nuestro país y permitiría la generación de nuevos puestos o fuentes de trabajo vinculados a este tipo de industrias.

Existen diversos campos para el desarrollo de tecnologías limpias. En el libro Nuestra Elección Al Gore señala que en el ámbito de los hogares o viviendas particulares existen, por ejemplo, diversos tipos de sistemas geotérmicos domésticos para la calefacción, refrigeración y el agua caliente:

Algunos usan agua en circuitos cerrados o abiertos, unos utilizan un refrigerante y otros usan un pozo profundo”. Y afirma además que “se puede generar electricidad a partir del sol, principalmente de dos formas: produciendo calor que impulse un generador eléctrico  o transformando la luz del sol directamente en electricidad, mediante la utilización de celdas solares.

Es por eso que el Estado y los bancos deben tener carteras para el otorgamiento de créditos verdes para la construcción de viviendas sustentables. En el mismo sentido, los edificios públicos deberían ir transformando sus sistemas energéticos actuales, así como también toda obra o planes de viviendas públicas que se hayan realizado o se  realicen en el futuro.

Por otra parte, el diseño y producción de aerogeneradores (para la energía eólica) y paneles (para la energía solar) son un buen campo de desarrollo tecnológico y económico al cual deberían apuntar nuestras miradas. El país y el mundo demandarán en forma creciente estas tecnologías a la par que profundizarán sus propios procesos de renovación de las matrices energéticas nacionales entre otras cosas por la disminución de las reservas de energías fósiles, el crecimiento de los precios del petróleo y  las crecientes exigencias legales nacionales e internacionales ambientalmente más sustentables.

En nuestro país, la diversidad de climas y la extensión del territorio nos hacen pensar que resulta más conveniente a veces aprovechar las ventajas comparativas de cada región para desarrollar proyectos de suministro de energía eólica o solar –según corresponda – a pequeñas ciudades y/o poblados que ampliar y/o hacer nuevas, grandes y costosas  represas hidroeléctricas o desarrollar la energía nuclear.

Por otro lado, las exigencias legales nacionales comienzan a establecer objetivos y plazos con metas concretas que se deben cumplir en materia de reconversión energética. Así lo establece la ley 26.190 y el Decreto 562/2009 de fomento nacional de producción de electricidad para el servicio público (no se aplica para la autogeneración) que establece que en el 2016 el 8% del consumo energético nacional debe provenir de fuentes alternativas.

El 20 de mayo, se inauguró en la Provincia de La Rioja el mayor parque eólico de la Argentina, que con 12 aerogeneradores aportará el 20% del consumo  provincial. La inversión total del proyecto desarrollado por Impsa implica una inversión de 240 millones de dólares y la instalación de 12 nuevos aerogeneradores en el año 2012.

El fomento de la investigación y la puesta en marcha de un plan para el desarrollo y el financiamiento de proyectos de tecnologías verdes deben ser prioritarias para el Ministerio de Ciencia y Tecnología recientemente creado, el Consejo Nacional de Investigación, Ciencia y Tecnología (CONICET), los Institutos Nacionales de Tecnología Industrial (INTI) y el del agua (INA), las Secretarias de Energía, de Industria, de Agricultura y de Minería y la Comisión Nacional de Investigaciones Espaciales (CONAE). En el caso de este último organismo, debería estimular el desarrollo de tecnologías satelitales aptas para advertir contingencias climáticas y daños ambientales, controlar el uso del suelo y el territorio, y estudiar los procesos y comportamientos de los distintos ecosistemas aéreos, acuáticos y terrestres

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