No iba a escribir sobre esto, pero Sarlo fue agresiva y políticamente inútil: “678 es un programa descerebrado y estúpido”. Y como creo que decir eso es darle de comer a los leones, considero necesario hacer un ejercicio argumentativo que no caiga en el simple insulto. 

678 se presenta como periodismo militante (haciendo una falsa antinomia con el periodismo independiente, que vendrían a ser los medios conservadores) y como un análisis crítico de los medios hegemónicos. Son dos hipótesis a discutir, porque es difícil sostener una idea de alternatividad dentro del espacio oficial. Más que una agenda diferente, 678 se presenta como un contrapunto del periodismo conservador, como refutación. No como un ideal superador: no presentan temáticas que incomoden al pensamiento oficial.

En primer lugar, discutamos la idea de periodismo militante. Como idea, es vieja. Walsh ya la utilizó hace cuarenta años, pero con otro horizonte: la revolución social y la denuncia de la opresión política. Los libros están como prueba. Además está la carta abierta (justo se cumplen 35 años del asesinato de Walsh), donde fundamenta y critica la política económica y la represión de la última dictadura militar. Algo se perdió en el camino, porque ahora el periodismo militante sería la defensa irrestricta de un gobierno al que se hacen cada vez más evidentes las contradicciones (o las continuidades del neoliberalismo). Sería la pelea contra la derecha (sea con sus voceros políticos, sea con sus voceros periodísticos). Sería un binarismo que lleva a desviar el eje de la discusión cuando sectores de izquierda quiere plantear cuestiones estructurales. Programas oficialistas siempre hubo, periodismo militante siempre hubo, obsecuencia siempre hubo. No inventaron la pólvora. Actualizaron una vieja idea, pero confundieron, intencionalmente, los términos. Y se olvidaron de una cuestión fundamental: el rol de la investigación: los trabajos de Walsh –y de varios de los periodistas que pueden ser catalogados como “militantes”– cuentan con estadísticas, testimonios y análisis de las leyes, de las estructuras (podridas) que denunciaban.

En 678 se encuentra un pastiche televisivo básico, que consiste en sacar citas, descontextualizarlas, en apoyarse en artículos de periodistas afines y en la constante repetición (utilizan la lógica del fragmento sin totalización unificadora: ignoraba que el movimiento nacional y popular fuera tan posmoderno). La oposición de derecha ayuda, es cierto, ya que no mantiene una coherencia mínima y pendula entre la demagogia y los lapsus en los que muestra la hilacha. Pero cuando se encuentran con argumentos más sólidos, el razonamiento de 678 cruje. Es llamativo que las voces de izquierda estén ausentes (o invisibilizadas) en los informes, que la figura relevante de la oposición sea Sarlo y que se busque clausurar las críticas “de lo que falta” por la “defensa del modelo” (que, en términos generales, no ha cambiado la estructura de propiedad heredada).

Creo que el periodismo militante es otra cosa. No creo que sea la defensa cerrada dictada desde el canal oficial (que habilita otra discusión: ¿medios estatales o medios gubernamentales?, ¿no habíamos planteado esto ya cuando hablábamos de la ley de medios?, ¿la diversidad de medios, la tan mentada democratización, era la creación de un multimedios oficial –de neto corte privado, claro está–?). Supongo que si la derecha dice “faltan inversiones extranjeras” o la izquierda dice “la economía está extranjerizada” tengan, para ambos, el viejo dictum cafierista: “no me gorilee”.

En segundo lugar, discutir la idea de crítica de medios. Algunos kirchneristas han hecho escuela con Laclau y se toman con demasiada liviandad los conceptos (como cuando algunos k emborrachados de optimismo hablan de emancipación: ¿con quién se está logrando?, ¿con la estructura del PJ?, ¿cuándo se democratizó el poder social, que es la condición necesaria para lograrla?). Considerar la crítica de medios sólo como análisis de contenido es insuficiente. Faltan las condiciones sociales de generación, las estrategias de construcción de la noticia, la forma de construcción de los enunciados –y quiénes son los enunciadores-. 678 es sólo un espejo invertido de los medios conservadores. Trabaja sobre las insuficiencias, los errores o las vulgares operetas, pero poco dice acerca de su funcionamiento (para pensar alternatividad debería darlo vuelta, ponerlo en crisis, proponer otro enfoque). De cómo conforma un público, de cómo lo interpela, no hay nada dicho. Tiempo atrás, hablaban del influenciómetro, como si se pudiera medir (ignoraba que el movimiento nacional y popular fuera tan positivista) y como si el público fuera un perrito faldero acrítico de los medios. Revivieron la vieja teoría de la manipulación, aggiornada a los nuevos tiempos. Los medios “hegemónicos” tendrían un círculo de consumidores pasivos, sin capacidad de discernimiento, colonizados pedagógicamente. Este círculo estaría compuesto por la clase media gorila o la izquierda iluminada, que no comprenden al peronismo e insisten con su mirada europeizante (la hipótesis podría tener asidero, en tanto y en cuanto se pongan en discusión algunos grises). Una idea que no se aleja mucho del supuesto poder del clientelismo (es decir: una relación en la que el receptor es pasivo), pero con otro argumento: pasa de la economía, de la satisfacción de los deseos primarios, a un problema de educación, de formación. Una horda de satisfechos que tienen una serie de privilegios que no quieren que lo tengan los subalternos: sería una buena definición del gorilismo, pero la cuestión no es tan simple.

Por suerte, en la historia de las ciencias sociales hubo avances importantes y, ahora, se ve que la relación entre emisor y receptor pasa por mediaciones de diversa índole, que las competencias semióticas son importantes para poner en diálogo entre lo que se ve y lo que se piensa que se ve, que no existe un sentido único, una interpretación única. Pero, también, que las desigualdades sociales y culturales tienen peso en la influencia de los medios y no la pasividad. Mal que le pese a 678, no somos tontos que repetimos como autómatas lo que dicen en TN, que podemos no estar de acuerdo con el relato oficial por otros motivos; que, en todo caso, hay otros relatos que chocan con el oficial; que la construcción del relato es una lucha política constante, que se actualiza y se modifica; y que en ella participan actores diversos, entre ellos los medios alternativos, los proyectos hechos a pulmón, los que emplean las redes sociales como plataforma de expansión. Para citar casos: Anred, Indymedia (que ya tiene más de una década de existencia), Marcha (proyecto del Frente Popular Darío Santillán cuyo nombre recuerda al semanario que dirigía Eduardo Galeano en 1960); también están (con la diferencia de que aquí hay aportes para el financiamiento) La Garganta Poderosa, Lavaca. Estos espacios trabajan con otras agendas, con otras perspectivas, con otro horizonte político. Se pueden citar otros ejemplos, que tienen un enfoque más particular: la Agencia Pelota de Trapo, Eco-Portal, el Grupo de Reflexión Rural (los dos últimos de corte más ambientalista). Con sus diferencias (y con su forma de sostenimiento particular), enriquecen y permiten salirse del binarismo imperante. Porque en ambos lados, en el oficialismo y en el periodismo opositor, se encuentran silencios, omisiones deliberadas, intereses protegidos.       

Ahora bien, volvamos al principio: ¿678 es o no es un medio hegemónico?, ¿construye algún tipo de contra-hegemonía?, ¿cuál?, ¿sale de la agenda oficial?, ¿sale de la postura defensiva? Me da la impresión de que no saca los pies del plato (perdón por ser tan irónicamente peronista). Su crítica de medios es para “giles avivados”, gente que está en condiciones de descubrir las artimañas de los medios conservadores para voltear al gobierno (es para el sector de los convencidos). Una crítica descafeinada, reducida, fragmentada a gusto. Afortunadamente, algunos sectores del kirchnerismo miran con recelo esta postura; que lo consideran útil solo en etapas de repliegue. Pero, ahora, que la situación es tensa de nuevo, cabe preguntarse: ¿será útil?, ¿será conveniente?

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