Este Andén tiene que ver con los límites, con las representaciones y con la subjetividad. Si pretendemos acotar todo el recorrido a estas tres palabras, probablemente caigamos en un reduccionismo. Si, en cambio, las consideramos tres pilares, podremos desplegar grandes relatos a partir de ellas. Esa fue la tarea que se ha propuesto la humanidad (por lo menos una parte de ella) al cartografiar el mundo. Es que si bien todas las culturas han delimitado e incluso representado su espacio, el modo en que esto se realiza y las implicancias que conlleva no puede ser desestimado, máxime si se evidencian las consecuencias que produce. Pero vayamos despacio.


Cuando hablamos de límites, de representaciones y de subjetividades, ponemos mucho en juego. Si encima combinamos lo que cada una implica, acabaremos generando visiones y cosmovisiones que oscilan, constantemente, entre la dominación y la liberación. Veamos:

Al referirnos a límites hablamos de aquello que separa, aquello más allá de lo cual ya no hay dominio, aquello que divide, aquello que limita. Pero cuando decimos límite decimos también frontera. Decimos entonces un lugar que conviene transitar. Porque aquello que separa también une, y porque vale la pena transitar la diferencia, conocerla, contemplarla, acaso combatirla.

Cuando hablamos de representación lo hacemos en un sentido que trasciende lo individual, y que refiere a una adecuación: cierto estado de cosas que se corresponde con cierto modo de mostrarla. Cuando vemos el mundo en un mapa no pensamos encontrar el mundo mismo, la realidad, sino algo que la emule. Es decir, un indicio que nos habla de otra cosa, un papel que nos representa el mundo. ¿Y por qué decimos que trasciende lo individual? Porque no es para uno u otro que este papel dibujado representa el mundo, sino para todos -tanto como el fútbol K o el periodismo de Lanata-: pueblos, gobiernos, individuos.

Por fin, cuando hablamos de subjetividad no nos referimos a este o a aquel sujeto, a este o aquel individuo, sino que lo hacemos en general, de un modo universal, digamos. La subjetividad no solo implica la corporalidad de los sujetos, ni solo representa sus ideas; incluye también sus juicios, sus apreciaciones, sus cosmovisiones, sus deseos, límites y representaciones.

Ahora bien, si ponemos a jugar estos conceptos que brevemente presentamos -y que resurgirán a lo largo y a lo ancho de este número-, lograremos entrecruzar algunas cosas que tal vez valga la pena detenerse a reflexionar: cuando hablamos de cartografías decimos que los límites de la representación de la subjetividad son el mundo. Antes del trabalenguas, notemos que no hablamos ni de ‘nuestro mundo’, ni de ‘un mundo’, sino que hablamos de ‘el mundo’ a secas, como si fuese uno solo, como si no estuviese habitado por diferentes pueblos, naciones, estados, intereses, cosmovisiones. Es decir, como si para todos fuese y valiese lo mismo, cuando bien sabemos que no es así: no vale lo mismo para todos. Para cada uno, más allá de las coincidencias, el mundo es algo diferente y tiene un valor diferente; por eso es que no lo tratamos igual, y que no nos trata igual.

Por otro lado, al decir que los límites de la representación de la subjetividad son el mundo, decimos que si bien el mundo puede ser distinto de nuestras representaciones, no llegamos más que a ellas. Hay efectivamente un problema en representarnos las cosas y ese problema es su límite, bien porque no son del todo reales, bien porque siempre serán fragmentadas. Si a esto agregamos “un relato”, reduciendo los límites a los antojos de unos pocos, el mundo mismo –ya no su representación- acabará achicándose y deformándose a la misma subjetividad –es decir, más que a los individuos-. Porque si uno se cree menos de lo que es, no sabrá todo lo que tiene, se creerá y representará inferior, condicionando sus dimensiones e imposibilitando su liberación.

¿Diremos entonces que los mapas son elementos de dominación? En principio, decimos que los fueron y que los son. Así como lo fueron las armas, los lenguajes, los saberes, las jerarquías y las legitimidades. Así como lo fue y lo es la raza y el género. Así como lo es la pobreza. Los mapas no son, de por sí, un elemento de dominación, por ello es que sacar a la luz todo lo que ocultan es, además de un acto de justicia al conocimiento, una herramienta más en la lucha por un mundo más justo.

Entender cómo ha operado en el proceso de colonización y cómo operan al momento de la colonialidad, es un elemento fundamental para poder emprender las luchas por la liberación de los pueblos oprimidos. Liberación que solo será posible en tanto las subjetividades –sean individuos, pueblos, naciones pongan en cuestión los límites de sus representaciones y la representación de sus límites

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