Reza el poema de John Milton:

Paraíso perdido! / Perdido por buscarte, / yo, sin luz para siempre.

Dándonos una idea también recurrente, la del que el paraíso funciona más bien como impulsor de actividades, que como verdadero lugar de llegada. Tendencia y posibilidad por sobre verdadera factibilidad. Y en el afán de conseguir la perfección, el pecador crea, hace. Humano pecado el hacer.

En el Evangelio de Lucas, dice Jesucristo al Buen Ladrón:

Verdaderamente te digo, hoy estarás conmigo en el Paraíso.

Y pecadores hay de todos los colores y formas.

Así también hay “paraísos fiscales” que permiten que el negocio de las armas, la droga y la evasión fiscal sean las actividades más redituables del mundo moderno, que no sólo enriquecen inimaginablemente  a inescrupulosos sino que traza directrices políticas a la historia.

Piratería: “The Pirate Bay” (traducido literalmente al español como La bahía pirata; comúnmente abreviado por las siglas TPB) es un motor de búsqueda de ficheros “BitTorrent” en el que es posible realizar búsquedas de todo tipo de material multimedia. Y del cual recientemente salió un muy recomendable documental, sobre el sitio y sus creadores. En gran medida explica la ideología, y la coyuntura en la cual está el mundo de la informática. Jóvenes suecos, dan asidero a las necesidades enfermizas de los cibernautas de ver la película antes que se filme. Conseguir gratuitamente, lo que se necesita, o se cree necesitar. Una paradoja en el capitalismo de consumo: nos crea necesidades (incluso culturales) y la misma evolución tecnológica, nos ha comenzado a dar soluciones al problema creado. Sed infinita.

Y la posibilidad de la gratuidad da un golpe inesperado al sistema. Hay quienes están perdiendo algo que están convencidos de que les pertenece. Al crimen “blanco”, delito simpático y joven, se lo castiga con sumas millonarias, condenas ejemplares. Jóvenes ricos, inteligentes e irreverentes, que arruinan su vida de un momento al otro. Del éxito absoluto a una vida de persecución, de distancia hay sólo un clic. 

La lucha de intereses colectivos frente a particulares. Grandes contra chicos, viejos contra jóvenes, ricos contra pobres, (nada nuevo bajo la viña) derecha, izquierda. Todo lo mismo, de diferente manera. Pero lo innovador de la disputa parece ser, la igualdad de medios. Sumado que aquí, los minusválidos, tienen el apoyo popular de la gratuidad. La democratización de contenidos, de cultura, enriquecimiento intelectual.

Y el cimbronazo cala aún en las estructuras más sólidas del Estado, procesos e instituciones educativas, gobierno electrónico, información pública, celeridad. Mientras las posibilidades cibernéticas se multiplican, la vida a su vez, discurre con cierta calma, la violencia inherente se canalizada en la facilidad del teclado, hace que el ciber-militante (exultante del sentimiento patriótico) vuelva a su mediocridad con la autopercepción de un éxito conquistado. Lo barato sale caro.

Internet nos coquetea con el infinito, con la imposibilidad, con el absoluto. Con la inmortalidad (?) Hacia mucho que las posibilidades no eran mayores que las concreciones. Nuestra sabida finitud se ha topado de bruces con lo infinito, nunca nos hemos sentido más iguales, más potentes y tan “oceánicamente” desolados. De alguna manera todo se puede, y de otra manera, también. Imagino un paraíso “informático” que libere definitivamente las posibilidades. Sueño de algunos, pesadilla de unos más. Un sueño que Julio Verne no se animó a escribir.

Oásis: 

En ese instante gigantesco, he visto millones de actos deleitables o atroces; ninguno me asombró como el hecho de que todos ocuparan el mismo punto, sin superposición y sin transparencia.

Parece que Borges escribía con la ventana de “Youtube” abierta.

La potencia de hacer mucho, se realiza en que todos “escribimos” poco y mal. Un “Tuit” por día no hace daño a nadie. Escribamos algo, ahí vamos.

Y mientras que escribimos, también se modifica el escenario espacial. El “no lugar” internet, desdibuja límites entre lo real y lo ideal. Una tercera dimensión, el “yo –frente-al-montinor”. Lo intangible nos penetra violentamente, solucionando mientras problematiza. Agua en el desierto.

La distribución territorial y de riquezas, la producción de energía verde, el hambre del mundo, etc. Todo está matemáticamente solucionado. Lo numérico no resiste oposición. Dios creó al mundo en un sistema heurístico. La ideología es un equívoco, la razonabilidad es poesía. No obstante, la única verdad es la realidad. Y los grandes pensadores informáticos, auguran el final de la filosofía (entre tantos finales augurados). Hambre más África, dividido soja, igual felicidad. Petróleo por dinero, igual contaminación. Todo es número. Y: ¿cuánto hay? 

La filantropía no es negocio. La física no ha solucionado nada, el proyecto de modernidad  y de previsibilidad calculable, ha fracasado. 

No sabemos qué hacer con tanto. Terminamos siempre en un debate ideológico, que no logramos terminar. La pluralidad de voces incrementa las formas de verdad, no obstante el griterío se aleja indudablemente de ella. El que está un paso adelante se frena y piensa: ¿Se puede?, ¿me dejarán?.

El planteo liso y llano es: la posibilidad de tener todo, en cualquier momento, en cualquier lugar, a cambio de nada. Algo que históricamente fue impensado e impracticable, la genética no nos lo permitía. Modificación de todas las categorías clásicas, de lugar, tiempo, poder, libertad.

El Aleph inefable nos deja sin embargo un sentimiento desgarradoramente conciliador: 

Sentí infinita veneración, infinita lástima.

 Entre otras cosas, hay esperanza

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