El barrio “Catalinas Sur” se comenzó a construir después del derrocamiento de Frondizi  y se inauguró antes del golpe que derrocó a Illia. Tiene más de dos millares de viviendas, distribuidas entre edificios y casas bajas, es pródigo en pasajes peatonales y jardines, posee una parroquia y una escuela pública ─la N° 8 del D. E. 4.º─ que lleva el nombre del que fuera su benefactor: el empresario Carlos Della Pena.
Hasta el advenimiento de la última dictadura cívico-militar, hubo en la escuela una Asociación Mutual, que el intendente de entonces se encargó de desalojar. Fuera de los muros del colegio, “la mutual” se convirtió en el espacio institucional que vio nacer al “Grupo de Teatro Catalinas Sur”.
La agrupación, dirigida por el uruguayo Adhemar Bianchi, empezó sus reuniones abiertas en la Plaza Malvinas en diciembre de 1983. Eran tiempos de reconstrucción de los lazos comunitarios, erosionados en los años del plomo, y los pregoneros del grupo recorrían los senderos del barrio e instaban a los vecinos a “hacer teatro en la plaza” y a “no quedarse solos, viendo tele en la casa”.
La plaza no es la misma en los años noventa: gobiernan las ideas neoliberales y prosperan la desigualdad, la exclusión y el individualismo. Los vecinos vuelven a sus casas. El grupo ha crecido y tiene nuevas necesidades, pero mantiene las ideas primigenias. Con ese espíritu, se muda al “Galpón de Catalinas”, su lugar actual.
La historia, émula del tiempo, depósito de las acciones, testigo de lo pasado, ejemplo y aviso de lo presente, advertencia de lo por venir.[1]
En manos de Catalinas, el Galpón se convierte en una usina de la memoria, que repasa desde el nacimiento de la patria hasta su centésimo cumpleaños, en Carpa Quemada; evoca las peripecias de los inmigrantes gringos en los conventillos de La Boca, en Venimos de muy lejos; y cuenta cien años de historia en el club social El Fulgor Argentino.
Escenas de la vida nacional: promesas, apaleos y resistencias.

 “¡Soy yo… Argentina!
¡La de las vacas gordas…!”.

Al comienzo de Venimos de muy lejos, la conocida alegoría de la República, encarnada por una mujer vestida con túnica y que lleva como tocado un gorro frigio, emblema de la libertad, lanza una sentida arenga a los gringos que desembarcan en suelo nacional. Acto seguido, ante la mirada atónita de los recién llegados, muñecos cabezudos con la figura de Avellaneda y Roca prometen tierra y progreso. La escena termina con los inmigrantes ingresando a un conventillo en el barrio de La Boca.
Venimos de muy lejos muestra los albores de la Argentina exportadora de productos primarios, dependiente de Inglaterra, cuyos esfuerzos se concentran en la producción agropecuaria. Ello supondrá la incorporación de grandes cantidades de mano de obra inmigrante y la expansión de las tierras aprovechables.

“Los señoritos, hijos de ricos,
vienen al barrio para apalearnos”.

En las primeras escenas de Carpa quemada, aparecen jóvenes, hijos de la oligarquía, irrumpiendo en los conventillos de La Boca. Los vecinos los reciben al grito de “¡Alto, burgueses, hijos de papá! ¡Zánganos, parásitos, fuera de acá! ¡Viva la anarquía y la libertad!”.
Aunque Carpa quemada revisa el siglo XIX, lo hace teniendo como punto de partida   los festejos del Centenario de la Revolución de Mayo. De esos fastos, participan   delegaciones oficiales de todo el mundo a los que se les muestra palacetes y obras monumentales, pero no, la vida promiscua de los inquilinatos. Al descontento obrero, el gobierno le responde con estado de sitio y hace la vista gorda cuando patotas de “niños bien” incendian el circo de Frank Brown.

“Obreros y estudiantes.
Unidos codo a codo y contra la injusticia.
¡Tenemos que luchar!”.

Los versos pertenecen al “Cuarteto del Cordobazo” y refieren una importante insurrección popular ocurrida hace medio siglo y protagonizada por el sector más combativo del movimiento obrero y estudiantil. La escena está ambientada en el club social “El Fulgor Argentino”,  un salón de baile que abre sus puertas para celebrar los días de democracia. Aunque los golpes militares interrumpen recurrentemente la fiesta, el pueblo con sus luchas se esfuerza para volver las cosas a su lugar y recuperar las libertades y los derechos perdidos.

Recomenzar, desde el principio
Existe un rasgo genéticamente igualitario de la Argentina que, acentuado a partir de la inauguración de una democracia auténtica, convirtió la equidad en un valor político prioritario que se fue transmitiendo de padres a hijos durante décadas.[2]
El Grupo de Teatro Catalinas Sur es portador sano de ese rasgo genético. Nació en un barrio construido en los interregnos civiles que dejaban los golpes militares. Salió a la palestra cuando terminó la dictadura cívico-militar más sangrienta de la historia.
Mediante sus espectáculos, Catalinas se convirtió en un testigo del pasado, en un ejemplo y aviso del presente y en una advertencia de lo por venir.
“Hacer teatro en la plaza” y “no quedarse solos, viendo tele en la casa” mantienen su vigencia en este presente complicado y riesgoso.
Ya no es una dictadura militar quien nos arrebata derechos y libertades día tras día, es un gobierno constitucional.
“Es preciso reanudar tranquilamente el trabajo, recomenzando desde el principio”.[3]
En abril vuelve el Teatro de Catalinas con “El Fulgor Argentino”.
Cien años de historia argentina contada por más de cien actores en escena, con banda en vivo.[4]

 


[1] Don Quijote – Primera parte. Capítulo IX.
[2] Verbitsky, H. “El tiempo de las certezas”. Página 12. (30-04-2016)
[3] Gramsci, Antonio: Cuadernos de la cárcel.
[4] Las funciones serán viernes y sábados a las 22 h en El Galpón de Catalinas Sur -Benito Pérez Galdós 93.-La Boca, CABA. 4300-5707 | 4307-1097.- http://www.catalinasur.com.ar/

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