Bolitas. Figus, gomeras. Soldaditos derretidos por el sol. Muñequitos rotos heredados. La infaltable pelota emparchada una y otra y otra vez luego que viejas de mierda la pincharan de puro garcas. Manchas, escondidas, rayuelas, petardos dentro de botellas, bombuchas con meada. Venido de un mundo donde pegarle a otros es el juego más común, Catinga repasa su colección de juguetes sensibles, esos tan pero tan queridos que nos hacen olvidar que se los robamos a alguien.

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