Hay algo que ocurre habitualmente en los hondos bajos fondos: nada cambia. O el cambio es a lo sumo, cosmético, como cuando un intendente se peina para inaugurar una y otra vez el mismo asfaltado hecho con la guita de otro. De eso saben Catinga y sus socios, que patearon los muchos conurbanos del país para descubrir que, a lo sumo, solo se cambia de dealer, de novia o de bar, pero nunca nunca nunca de panadería, equipo de fútbol y marca de yerba.


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