El día menos pensado – Andén 61

Estoy concluyendo la lectura de El Evangelio según Jesucristo, de Saramago, y me aterra. Reitera constantemente que desde que nacemos estamos condenados a morir, y el saberlo nos condiciona por completo, conciente o subconscientemente. Asimila la religión a la destrucción, las guerras sin fin, y la muerte precedida de torturas encarnizadas. Me confirmó esa interpretación el escuchar la crítica de su nuevo libro, Caín.

5 discos 5 ¿Oscuritos? Como la tumba en la que yace mi amigo – Andén 61

Borges dice en un poema que “morir es una costumbre que suele tener la gente”. Y bueno, no queda más que creerle, pues gracias a eso quienes nos anteceden en el camino de la vida nos dejan por herencia casas, autos y también deudas ajenas que saldar. No obstante, más allá del dolor, la angustia y la sensación de soledad a la que realmente nos enfrenta, la muerte es la puerta a un territorio ignorado sobre el que nada podemos decir sin incurrir en las más delirantes elucubraciones. Que un campo con cuarenta vírgenes, que largos salones de bebida y batalla, que infiernos donde nos aguardan Jim Morrison y Kurt Cobain: una larga enumeración que va desde Dante, pasa por Swedenbort y termina en Gainman.

Tumbas, nichos y otras políticas alegres – Editorial 61

Toda forma de política ha nacido como un intento por evitar o paliar aquello que conduce hacia la muerte. Hacemos política para evitar tener que ir a la guerra, para salvaguardarnos mutuamente de las inclemencias de la naturaleza, para que nos sea más fácil acceder al alimento. Pero la muerte no puede ser vencida por tal artificio humano. Está, de modo inexorable, un paso más allá de cualquier esfuerzo que hombre o sociedad alguna realice. Este número de Andén constituye, junto con el número 60 dedicado a la temática del cuerpo, una díada antropológica en la búsqueda del límite del hombre y de la mujer como ser, como una entidad troquelada y puesta en perspectiva, de cómo nuestros apetitos y deseos limitan nuestro campo de acción en un mundo del cual tenemos experiencia a través de un cuerpo que comienza a morir en el mismo momento de su alumbramiento.

Derecho a la muerte – Andén 61

Hay una particular singularidad que nos une a todos los seres humanos. Entre los grandes acontecimientos que ocurren a lo largo de nuestras vidas, hay dos que ninguno de nosotros puede elegir: nacer y morir. Lo que singularmente une estos dos momentos es la situación de vulnerabilidad. Sin embargo, desde la atención sanitaria estos dos momentos se diferencian bastante. Imaginemos por un momento, generalizando el hecho como un evento común, cómo nace un ser humano: una madre que se controla desde el comienzo del embarazo, llega a un hospital con el tiempo prudente para preparar la llegada del bebé, entra a una sala dispuesta para la circunstancia: la sala de maternidad, médico o partera y enfermeras están a su disposición, en general llegan regalos y saludos…
Ahora, ¿Probamos con la muerte? Dejando de lado los casos accidentales y tomando la muerte natural como generalidad, ¿cómo se prepara este momento en la vida de una persona? O mejor, ¿se prepara?