Los gobiernos vienen y van, dicen. Los Estados quedan. Sin embargo en tiempos en los que los límites ideológicos y políticos se borran según soplen los vientos electorales, nada mejor que un baqueano del poder contante y sonante. Julio Bárbaro es uno: histórico dirigente del peronismo, funcionario de varios gobiernos y politólogo de consulta de varios partidos y medios de comunicación; sabe que su palabra siempre es polémica y pincha donde duele. 

 

Es un hombre curtido en todas las batallas políticas de los últimos 50 años, no tiene empacho para decir lo que piensa. Quizás por las mañas que da la edad o por su experiencia en la real politk, su mirada sobre el quehacer político es cruel, descarnada, en muchos momentos contradictoria y carente de grises. Siempre un poco más allá de los relatos y heroísmos que la desmemoria teje sobre los hombres.

Como todo exponente de esa estirpe en retirada, no esquiva preguntas. Recibe al cronista relajado, en su propia casa, con música clásica de fondo. Su teléfono no para de sonar. No le gustan los preámbulos. Simplemente toma aire y espera los disparos.

ANDÉN: Como miembro histórico del Peronismo, como político y ciudadano, usted ha visto muchas transformaciones del estado, muchos de sus vaivenes en una dirección u otra ¿A qué le atribuye estas marchas y contramarchas?

J. BÁRBARO: En la argentina no hay un pensamiento político. El peronismo fue un pensamiento político hasta la muerte de Perón, después, no. Menem es el peronismo hacia la derecha, Kirchner es el oportunismo y algo de izquierda, pero, en rigor, somos una sociedad apolítica. Cuando dicen: “El peronismo no me gusta”, y yo quiero que el peronismo sea superado. Ahora cuando nos sentamos a ver qué hay del otro lado y…, del otro lado no hay nada. Cuando uno va a Chile a Brasil, a Uruguay vés socialdemócratas, conservadores. Acá no hay nada. No hay nada en el sentido de la construcción de un partido. ¿Qué pasa en la Argentina? No hay pensamiento político. Hay oportunismo, pero no hay pensamiento. Entonces todos se hacen los distraídos y viven de las prebendas que genera el Estado. Porque el Estado es esencialmente prebendario; el Estado genera riquezas, acumula bienes y distribuye injusticias. Ese es el lugar del estado argentino. Me acuerdo que Perón, cuando volvió, dijo: “Me fui de la casa de gobierno y dejé 250 empleados; volví y había 2500”. Y esa es una concepción del país improductiva. No hay una ideología política que impere, entonces no debatimos el estado en serio. El estado de Cavallo era el estado destruido para que las multinacionales se lleven la ganancia. Y el estado de los Kirchner es un estado saqueado para que se lo repartan entre La Cámpora,pero ninguno de los dos es un estado racional. Son coyunturales, te sirven o no te sirven.

El peronismo, desde su irrupción en la vida nacional, ha sido protagonista tanto del “estado de bienestar” como del “estado neoliberal”. ¿A qué atribuye esta ductilidad que le permite al partido seguir siendo lo que es, a pesar de sus políticas muchas veces contrapuestas?

El peronismo termina con la muerte de Perón. Como somos un país donde nadie hace política, la derecha en lugar de hacer un partido se infiltra con Ménem. La izquierda en lugar de armar un partido se infiltra con Kirchner. Pero en rigor es debilidad del peronismo y vagancia de ellos. La izquierda es importante cuando se hace peronista, no como concepción de una política, sino como raigambre nacional y deja de ser importante cuando el peronismo la expulsa. Y la derecha se hace peronista con Ménem, con Cavallo, la Fundación Mediterránea y todo ese aquelarre ideológico de economistas desahuciados; y en el momento en que se cae eso, se cae con el peronismo. El peronismo es un contenedor de los ensayos de la sociedad no es una fuerza política, entonces la izquierda y la derecha se dan en ese seno porque no hay otro seno vivo. El radicalismo no contiene nada, estalla. La ética se le va con Carrió, el liberalismo económico se le va con López Murphy, el oportunismo despiadado se va con Leopoldo Moreau. Se van los pedazos. El peronismo conserva una estructura, pero en rigor no es una fuerza política. Es el nombre que le da la sociedad argentina a la política. Porque Cristina no hace política. Es trágico, pero es así. La sociedad tiene esa estructura triste de la Argentina de no hacer política. Hoy mismo, me canso de decirlo, yo no quiero votar peronismo, pero si nos ponemos a analizar a Massa, Macri o UNEN, ¿tenemos que decir que la sociedad generó alternativas superadoras del peronismo? Nos quedamos en la duda.

Yo soy capaz de irme hasta La Plata al homenaje a Balbín, hablo en el comité radical, pero el radicalismo no es capaz de contener a la sociedad; y no es culpa del peronismo. Yo siempre digo esto: la Coordinadora eran siete u ocho personas. La Renovación peronista, lo mismo. No quedó ninguno. Se lo digo a ellos. A Jesús Rodríguez, a Casella. Ninguno. ¿A esa raza política qué le pasó, a dónde fue? ¿Dónde están? ¿Nadie pregunta la ausencia de eso? La generación radical alfonsinista se fue a la casa. O se fue con el Coti Nosiglia a hacer cosas que no sabemos de qué se tratan.

¿Por qué cree que se dio así?

Porque abandonaron la política. Abandonaron el sueño de la política. Se subieron todos al oportunismo. Caputo se fue a París. Para hacer política, tenés que tener pasión y laburar; no “toco y me voy”. ¿Hay que hacer política? Si la respuesta es sí, entonces el radicalismo que construya, el socialismo que construya. El kirchnerismo, en ese sentido, no está más. ¿Qué tengo que ver con Kirchner, con Carta Abierta? Eran todos mis amigos de otra vida, pero son oportunismo. ¿Qué leyeron un libro?, está bien, pero el oportunismo con libros a lo sumo es un oportunismo culto.

Usted ha tenido una activa participación tanto en el ámbito de la cultura como en el de la gestión pública y los medios. ¿Considera que los cambios que sufrieron estos aspectos en la última década serán más o menos duraderos, o que con un gobierno de signo distinto habrá una marcha atrás?

La marcha atrás es el kirchnerismo. El hecho de que con plata del estado hayan comprado C5N, Canal 9, Canal 11, hayan hecho 360, CN23, o sea, el hecho de que el oficialismo en un país berreta como el nuestro gaste más plata en la alcahuetería de periodistas que en la construcción de viviendas es decadencia pura. La Ley de Medios es una porquería, un cachivache, un culto al alcahuete. En el fondo hicieron una ley para combatir a Clarín y convirtieron Radio Mitre en la receptora del 55% de la audiencia nacional. Son tontos hasta para odiar, gastaron fortuna y aun así le dieron poder al otro. Hicieron varios medios de comunicación y aun así tienen que poner un partido a la noche para que la gente no vea a Lanata.

En varias ocasiones usted ha tenido cargos de mucha relevancia dentro de la estructura del Partido Justicialista incluso en épocas de enorme ebullición militante. ¿Cómo se vivió, desde allí, la despolitización de la sociedad que desembocó en el “que se vayan todos” y cómo se vivió la re-politización del discurso público?

El “que se vayan todos” es el resultado del ingreso de los economistas a la política. Fundación Mediterránea, IDEA; es decir, la política renunció al pensamiento. No hubo más pensadores políticos de vuelo. No tenés un Mujica, ni una Dilma, ni un Lula ni una Bachelet. No tenés. Se redujo a los economistas. La Argentina, cuando la gobernaron los militares, perdió una guerra, y, cuando la gobernaron economistas, quebró. La política nacional carece de pensadores. Recién ahora la Argentina comienza a enamorarse de la política como pensamiento. En una radio me preguntaban sobre alguien que había dicho que el peronismo se tenía que autocriticar por la triple A. Alguien aparentemente les había dicho que Firmenich era bueno y López Rega era malo. Y lo que hay que cuestionar es la violencia, no hay una violencia buena, sino parece que el que mataba a Rucci era el bueno y el otro era el malo. Está bien con la teoría de los dos demonios y la fuerza del estado, pero paremos ahí. Por cosas así, hay frivolidad en el pensamiento político argentino.

En las últimas elecciones, usted integró una fórmula en Capital Federal junto al líder sindical Jorge Piumato. ¿Cuáles fueron las razones que lo llevaron a participar de una elección en la cual sabía que no iba a ganar?

Me ofrecieron cargos de todos lados y aparece un grupo de militantes de los setenta, sobrevivientes heroicos, y me dicen: “Queremos participar”, y yo les dije: “Si no hay ninguna posibilidad de ganar y es suicida, voy”. Lo que me interesa es lo testimonial, no ir a una lista. Podría haber ido a otras –lo sabe todo el mundo–, pero no me interesa el cargo, sino el testimonio político.

Usted es parte de una generación política que convivió con la violencia de propios y extraños. ¿Cree que el Estado –a la luz de esa experiencia– aprendió algo?

No. Yo escribí un libro que se llama Juicio a los 70, donde analicé esto, y la respuesta es no. Los argentinos no aprendimos. La guerrilla no tiene personajes presentables, Frimenich es un impresentable. Vas a Uruguay y el presidente Mujica es un hombre que estuvo años preso en un pozo. Ellos convirtieron la violencia en sabiduría, y la sabiduría en política. Nosotros, al día de hoy, tenemos personajes impresentables. No tenían nada que decir. Reivindican la violencia como un acto heroico y romántico, pero en rigor nunca se hicieron una autocrítica por el asesinato de Rucci. Y si no lo hacen quiere decir que arrastran un pasado que ellos lo creen meritorio, pero que es muy discutible. Que la dictadura haya sido genocida no implica que la víctima haya tenido lucidez. A mí me persiguieron, a mí me secuestraron. Yo no soy Verbisky que cuenta un cuento e iba al cine en plena dictadura. No estoy ligado a cosas oscuras. Un pensador argentino es Verbisky, un tipo que nunca fue preso y que en la dictadura paseaba por la calle. Es todo perverso cuando tendría que ser mucho más heroico.

Una pregunta cándida: ciertamente no tenemos la Argentina que queremos o la Argentina que podría ser, que va y viene siempre con los mismos temas. ¿La responsabilidad es de los políticos o de la sociedad que no madura en su vínculo con ellos?

Las dos cosas. La sociedad argentina le pone pasión al futbol. Genera jugadores y directores técnicos del mejor nivel, pero no le pone pasión a los políticos, y es un papelón. Nuestros jugadores a nivel mundial están entre los mejores. Si se comparan políticos son impresentables. No tenemos expresidentes capaces de caminar por la calle y ser saludados por la gente. En Uruguay te cruzas desde Sanguinetti, La Calle, Batlle, Tabaré Vázquez. Acá no hay ninguno. Ni los ministros. Ellos van directo al vidrio polarizado. ¿Cuántos viven en el mismo lugar, alquilan el mismo departamento, van a comprar el pan con la gente? La política también es una forma de ascenso social que fractura el vínculo con la sociedad. La gente te respeta si vos vivís como ellos. Si yo viviera en Puerto Madero no sé si podría decir las cosas que digo. Y eso es esencial.

Muchos jóvenes ingresaron en los últimos años a la vida política con una actitud militante; no sólo al kirchnerismo, sino también a otras fuerzas políticas. ¿Cuál es el mensaje para ellos después de cincuenta años de vida política?

Que duden. Entrar por la vía del fanatismo es entrar por la vía de la limitación mental. Hablás con un pibe de la Cámpora y no sabe ni lo que piensa ni lo que dice. Hay una frase de Albert Camus que la tomo como clave: “Debería existir el partido de los que no están seguros de tener razón. Sería el mío”. Quien no duda, en la vida, retrocede. La vida es la infinita gama de los grises. Aquel lugar donde se tiene una mirada que enriquece, después hay miradas que estupidizan. Todo lo sectario, todo lo dogmático, todo aquel que se cree dueño de la verdad es un retrógrado, siempre. En la duda está la posibilidad de la construcción del pensamiento. En lo otro está la triste reiteración de la estupidez.  

¿Se sintió dolido con su paso por el kirchnerismo?

No. Cuando Néstor la puso a Cristina, yo me fui. El nepotismo es una degradación de la sociedad. Eso de Alperovich y de Zamora, que se corren ellos y va la mujer es una degradación. Nepotismo y feudalismo. Eso son los Kirchner y eso era Ménem; pero también eso es la Argentina. El progreso hubiese sido ir a buscar un candidato en Capital federal, en Santa Fé, en Córdoba, en Buenos Aires, provincias con vida social. Pero fueron a buscar un candidato a Santa Cruz, que, como La Rioja, son más parecidas a estancias que a provincias. Eso es feudal, estanciero y degradador.

¿Qué viene después del kirchnerismo?

La política

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