Hay algo que ocurre habitualmente en los hondos bajos fondos: nada cambia. O el cambio es a lo sumo, cosmético, como cuando un intendente se peina para inaugurar una y otra vez el mismo asfaltado hecho con la guita de otro. De eso saben Catinga y sus socios, que patearon los muchos conurbanos del país para descubrir que, a lo sumo, solo se cambia de dealer, de novia o de bar, pero nunca nunca nunca de panadería, equipo de fútbol y marca de yerba.
Entre tu arte y mi arte – Andén 87
Y Catinga en su juventud decide ser artista pero le chinga de ciudad y en lugar de serlo en Florencia lo es en el conurbano. Entonces para no quedarse a medio camino entre la gloria universal y la nada misma dibuja en el pupitre del colegio, en el respaldo del asiento de colectivos inmundos y en fanzines punks de bandas reventadas que ya no tocan porque el cantante se les murió. De ahí su fama de artista maldito y antihéroe, de su vocación por exponer en galerías tan medio pelo como esta revista.
L´Etat c`est Luis – Andén 79
¿Estado? ¿Cuál estado? Cuando se inunda el conurbano no hay Estado, cuando la hinchada de Morón y Deportivo Merlo se agarran a pedradas en la puerta de tu casa no hay Estado posible. Así es el conurbano bonaerense: gana el que tira la piedra primero, el dueño de la pelota, el patrón de la vereda. El resto, a cagarse. Por eso existe Gustavo Guevara, para hacer justicia y denunciar el pequeño estado abandónico que todos llevamos dentro.