Neruda decía que a veces uno se cansa de ser hombre. Del mismo modo, uno se cansa de ser lenguaje, de estar atravesado inapelablemente por palabras viejas, por signos tatuados en los huesos que marcan la cancha de lo que se puede y de lo que no, de lo que existe para nuestros ojos y de lo que solo existe gracias al mero artificio.