No había dudas de que la plaza del barrio era el espacio privilegiado para los niños y las niñas, al menos eso se decía. Tampoco había dudas de que hacía falta una hamaca, algunos árboles y bancos. Este era recurrente en el discurso de muchos adultos al momento de organizarnos para comenzar el proceso participativo que contempló el diseño y la construcción de la plaza del barrio.