«Morir es una costumbre que suele tener la gente” decía Borges. Y es así, a veces la gente tiene el poco tino de morirse y dejar cosas a medio hacer que es, en el fondo, la mejor forma de espichar: con proyectos. Porque esperar la muerte sin sueños ni anhelos ni cosas por hacer, es ir menguando lentamente y la muerte es poco generosa con los que no le presentan batalla. Y como le importa un carajo si uno ha sido un buen o un mal presidente, un adolescente iracundo o un viejo fan de González Oro, bien nos vale a nosotros hacer la distinción por ella, para diferenciarnos, para decirle que a nosotros sí nos importa quienes se mueren, porque hay gente que la merece más y hace más fuerza por ganarla que otra, aunque después de cierta edad todos nos merezcamos un guadañazo bien dado por lo que hicimos, hacemos u omitimos.