La política ciertamente es una cosa importante, pero cuando uno ya gambeteo algunos años de idas y venidas electorales tiende a pensar que la eterna batalla entre peronemlins y radicoloides es menos importante que quedarse sin agua y con shampoo en el marote. Depositar las esperanzas de la representación de nuestros intereses en manos de gente tan aficionada al poder es, como mínimo, un gesto de optimismo que una persona más o menos razonable no debería tener así como así. ¡Iros todos a tomar por culo con sus debates leguleyos para la tribuna!