Internet se ha transformado en la venganza de la escritura. Cambió el soporte, pero no el método: ya no es con lápiz y papel, sino con teclados. Leemos y escribimos más que antes. La diferencia está la fragmentación: nuestras lecturas son más dispersas, más caóticas, más rápidas; nuestra escritura es más urgente, más improvisada, incluso más despojada. No siempre es así, claro está, pero depende de qué se esté haciendo en Internet: no es lo mismo escribir una sesuda entrada en un blog sobre cuestiones de la agenda periodística que comentar una nota en una red social o en un diario digital. A veces somos más acartonados, otras veces nos damos el lujo del diletantismo; depende del contexto y de los usos.