«Al final Emilia muere y Julio no muere. El resto es literatura” -Alejandro Zambra.
Fruto de cierta destreza propia, Vargas Llosa logró instalarse en el centro del escenario mediático nacional por largas semanas. Es cierto que también cooperaron un Orlando Barone que aburrió de tanto sacarse los anteojos al mismo tiempo que ensayaba cada vez menos prolijas críticas y el periodismo opositor que replicó hasta las nauseas la tan pretendida como esquelética censura del escritor en la visita a Argentina para la feria del libro. Lo cierto es que estos últimos encontraron en el escritor peruano una figura de derecha con una capacidad de aglutinamiento que ninguno de los posibles candidatos no oficialistas al sillón de Rivadavia tiene.