Los japoneses no empezaron a escribir sus historias sino hasta el siglo VII de nuestra era. Por aquellos años, la emperatriz Genmei le encargó a un escuadrón de compiladores que buscaran cuanto relato oral existiera en las islas a fin de completar la empresa inconclusa que había dejado el emperador Tenmu al morir en 686. La compilación tomó forma de manuscrito en 712, cuando Ō no Yasumaro transcribió los hallazgos de sus colegas.