Puede ser que un año acabe u otro comience. Todo depende de cómo gustemos ver el vaso. Por eso mismo es un buen momento para darle un respiro al optimismo industrial y permitirse un rato de nostalgia sin culpas, contabilizar las ausencias, aquello por lo que se ha peleado y que se nos ha negado, enumerar taxonómicamente las apuestas a doble o nada que se han perdido, los muertos, la lluvia seca que se ha cansado de hincharnos las pelotas y los ojos.