Es como mínimo curioso que la Santiago ensangrentada de Pablo Milanés se llene de pinochetistas contentos. Digna escena para un improbable opus político de Almodóvar, o de una canción del ya intragable Ismael Serrano, o de un Sabina cambiando de novia latinoamericana, o de los noticieros de horario central de la muy probable realidad.