Mucho antes de hacer mención a la plusvalía deberíamos sospechar que hay algo en las relaciones laborales que no son del todo justas ni en el mejor de los mundos posibles. ¡Dioses caretas! Nos obligan a ganar el pan con el sudor de nuestra frente y no nos dejan tiempo para leer y ver pornografía a nuestras anchas.

Trabajar un año para descansar apenas un par de días, que el pago no consiga estirarse hasta fin de mes, incluso esa idea tan en desuso de trabajar de aquello que a uno le gusta, todo eso entreteje una trampa. La idea burguesa de que basta con el esfuerzo personal para hacerse un lugar en el mercado laboral también. Por todo eso ¿para qué  carajo conmemoramos el día del trabajador? ¿Por qué el fusilamiento de unos pobres diablos en Chicago nos causa simpatía o por qué la pérdida ancestral de nuestra libertad se ha vuelto una anécdota plagada de proletariados alienados? Por todo eso y porque a mí tampoco me gusta mi trabajo, 5 discos 5 en honor a todos los que se levantan a las 5 de matina, viajan como cerdos, mastican bronca y aun así, paran la hoya con honra y dignidad


Valentín Alsina – 1994 – 2 minutos. La gente del rock y los géneros afines por contraculturales que a veces se pretendan no dejan de ser unos burguesitos disconformes. Pocos grupos como 2 Minutos pueden jactarse de tener un origen obrero, fabril y dar cuenta de ello en sus letras sin transformar el inconformismo en una pancarta obvia y vulgar. El no future argento, low-fi, curtido de nieblas del riachuelo y otras bebidas no menos tóxicas abrevaron en una de las crónicas juveniles de los primeros 90´s más proféticamente posmodernas. Clásicos indiscutidos como “ya no sos igual”, “Demasiado tarde”, “piñas van piñas vienen” preanuncian el desencanto adolescente pre-cumbia villera de zonas que comenzaban a despoblarse de trabajo y contención social.

 

 

En directo piel con piel – 2001 -Leo Mattioli. Como siempre alguien dirá que un disco como este es un despropósito y como siempre acordaré, pero no completamente. El trabajador curtido de viajes en colectivos repletos, de meses cobrando a los premios, y de una vida dura en las calles de tierra necesita su descanso del guerrero. Y también un sonido cariñoso para entrarle a la patrona. Leo Mattioli, rey absoluto de la llamada cumbia romántica es la banda de sonido ideal para quienes cansados del trajinar del conurbano buscan historias simples, no por eso menos torturadas y pasionales. Años atrás, cuando su salud y su gusto por armas se lo permitía, Mattioli grabó este disco en vivo que lo emparenta con Dyango y José Vélez de un modo que ni él mismo se imagina.

 

 

Nena de Hiroshima -1990- Todos Tus muertos– Una de las portadas más escalofriantes del rock nacional para uno de los discos menos justipreciados de la historia reciente. Desde el vamos, hay que decir que no es un disco de punk para cualquiera, que su sonido expulsa por su oscuridad, que sus letras son duras, fuera de la estética más complaciente. Pero en un momento en que el país comenzaba a mirar al futuro con mirada de oropel el pesimismo feroz que transmite inoculaba (a caso en vano) el porvenir “vivo sólo en sueños despierto confuso y maldito. Marcan aún tus fallas”. Para recordar y atesorar: la primera versión del gran clásico atemporal de la banda: esa suerte de Dub psicopatológico llamado “Sé que no” donde balbucean “el que toca el fuego se quema, el que busca al demonio lo conoce”.

 

Mamagubyda –1998- Tryo – Esa extraña especie setentista del burgués cosmopolita con afinidad proletaria  (aún en reproducción) bien podría utilizar a esta agrupación francesa para musicalizar sus búsquedas intelectuales, contemplar las miserias de los proletarios del mundo y decir con una mano en el corazón “hay un fantasma que recorre el mundo”. No obstante los sonidos reggae mezcla de chanson francesa y pop calmo son de una exquisitez y una prolijidad que ni el mismo Manu Chao posee. Versos antiimperialistas de una gran corrección pueblan este disco, como en “France Telecom” o la obvia “La revolution” que son de una cuidada producción, pero que ni por asomo están al nivel del que acaso sea su mayor hit “L’ Hymne De Nos Campagnes”.

 

Raices- 2007- La Chilinga. El candombe es una música de ejecución socializada. Tambores, tamboriles, flautas, el ejercicio de la danza al servicio de una construcción socializada comandada por Daniel Buira, responsable del sonido más personal de aquella banda alguna vez conocida como Los Piojos. Entrecruzamientos de sonidos de origen africano tamizados por la América negra más profunda y negada. La Chilinga, grupo/escuela de percusión, plasmó esos cruces en 16 tracks que exigen un profundo esfuerzo, un trabajo, un obrerismo constante de coordinación, de ritmo y búsqueda del golpe oportuno en relecturas de lo tradicional del candombe y la batucada; expresiones por demás colectivas. Maravilloso el resultado de “cuando oigo sonar la caja” una vidala con aires aymaras de decenas de voces de niños con tambores golpeando las puertas mismas del Tannhäuser.

Entrada anterior Hacia un bienestar otro – Andén 35
Entrada siguiente Trabajadores: aproximación a fábricas recuperadas – Editorial 35

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *