Cualquier propuesta para un trabajo sobre la salud mental de las personas que integran una población exige atravesar un primer escollo: El de las definiciones. ¿Salud mental, enfermedad, proceso de salud-enfermedad, adaptación, aceptación pasiva o dinámica de la realidad? ¿Realidad (en sí misma)? Estos términos son siempre de difícil definición, e implican siempre un lugar de enunciación y un marco del espacio observado: lo que es “sano” en una cultura no lo es en otra. Lo esperable en un marco de referencias puede ser patológico en otro. Y, en definitiva, se impone la pregunta ¿quién sanciona una conducta, un modo de estar en el mundo y de relacionarse con el entorno (humano, ambiental) como enfermo, patológico, eventualmente peligroso?
Sabemos que los marcos han sido a lo largo del tiempo instrumentalizado por diversos poderes como forma de control. Y ni hablar de las sanciones dentro de esos marcos conceptuales. Solo se puede recordar la fábula (relato poco consistente pero verosímil) de los médicos que tras la toma de un lugar de asilo de personas en el marco de la revolución francesa, debieron separar los pacientes psicóticos de los opositores a la monarquía. La descalificación por “insanía” o “alteración mental” es una de las más utilizadas hacia el oponente. Una forma simple pero a veces efectiva que usan los complejos aparatos de control social, tanto como sus maniobras en el armado de teorías hegemónicas.
Pero se puede partir de una certeza: La insuficiencia del sustrato biológico como causa de enfermedad, padecimiento o aislamiento personal. La salud y la enfermedad mental se manifiestan en relación intensa con las situaciones psicosociales y culturales del ámbito de vida de una población y con su calidad de vida, ambiental, comunitaria y social. Los síntomas de alteración mental tienen valor de signos cuya significación hay que descubrirla en el medio social y cultural, en las representaciones del conjunto de la comunidad. A veces la valoración inicial la descubre la pregunta ¿por qué en su comunidad (pueblo, barrio, institución) lo consideran el “loco”? Y también por qué otras formas de supuesta inadaptación no son sancionadas de esa forma.
Resulta obvio que el análisis de la salud mental debe incluir la identificación de las condiciones económicas, sociales, culturales, psicosociales y psicoculturales en que se desarrollan los síntomas o el padecimiento.
Para esto es importante el aporte de otras disciplinas que integran las ciencias humanas y sociales: psicología, sociología, demografía, economía, antropología, etc. Incluso en corrientes de análisis y trabajo conceptual rigurosos se propone reemplazar el término “salud mental” por “salud psicosocial”, y estos trabajos privilegian como campo las poblaciones de América Latina.
En este intento de aprehender al ser humano como una totalidad en continua interacción con el ambiente personal e impersonal que lo rodea, vemos que el estado de salud debe ser valorado en sus niveles biológico, social y psíquico de forma integrada. Una visión que ha quedado superada es la “adaptación” a la realidad, al medio o al entorno. Una visión que ha quedado superada es la de “adaptación” a la realidad, el medio o el entorno. La adaptación puede ser adecuada o inadecuada, puede ser pasiva, en condiciones de silencio y sin manifestación subjetiva alguna. La verdadera y esperable adaptación incluye una perspectiva integradora de la realidad y la construcción de vínculos activos, transformadores de ella. Se trataría de una posición que permita soportar la frustración que impone el contexto y alcanzar la satisfacción de las necesidades esenciales. También la modificación del medio en sus aristas productoras de insatisfacción.
Junto a esto se entrevé el peso importante de lo cultural. Por ejemplo: entre la población masculina boliviana y peruana que permanece en Buenos Aires se observa un molde cultural reiterado. Los hombres jóvenes trabajan seis días a la semana, a veces duramente, y el séptimo lo dedican al esparcimiento con ingesta de importantes cantidades de bebida alcohólica. Este hecho los vuelve vulnerables en un medio hostil como la gran ciudad. Es común ver a jóvenes dormidos, caídos, vencidos por el alcohol que son velozmente despojados de todo lo que portan que pueda tener algún valor, desde las billeteras hasta el calzado, cinturones, abrigos, etc. Esta pauta cultural puede no ser riesgosa en los pueblos del altiplano de donde provienen, en cuanto a la forma de festejar y de organizar el tiempo, pero es de riesgo importante en una ciudad y a una hora determinada. En particular en zonas de la ciudad donde se suman las conductas de apropiación de bienes a cualquier precio, aún las pequeñas cantidades de dinero, más la expresa desvalorización de las comunidades inmigrantes. Las preguntas rodean los conceptos: ¿Adaptación? ¿Adaptación a un medio distinto? ¿Cultura? ¿Conductas riesgosas? Otra vez la valoración de los niveles biológico, social y psíquico, con la fuerte influencia de lo cultural, en busca de un estado de la persona que habla más de armonía, de equilibrio, que de rigidez; más cercano del dinamismo que de la fijeza.
Y en el conjunto, la suma de individuos en relación: la salud mental de una población■
Elementos para una experiencia de atención primaria en Salud Mental
Tiempo Previo
- Conocimiento de pautas culturales de la población.
- Búsqueda de información en relación a la valoración que la población hace de las posibles valoraciones del estado mental de las personas.
- Observación de pautas de la vida comunitaria que pudiesen implicar un riesgo para la Salud Mental.
- Valoración del tratamiento que la población da a las personas con visibles alteraciones mentales o padecimiento psíquico.
- Evaluación del Tiempo Previo.
- Formulación de objetivos para el próximo tiempo:
a. Identificación del modo de intervención conveniente en relación a la problemática privilegiada, los recursos y los tiempos.
b. Elección de situaciones urgentes en la intervención.
c. Diseño de un programa para cada problemática.
Tiempo de las Acciones
- Desarrollo de acciones específicas del programa.
- Construcción de espacios de reflexión y revisión del programa durante el desarrollo.
- Espacio de evaluación.
a. Global, en relación a lo trabajado en el tiempo previo.
b. Grado de cumplimiento de los objetivos (o su direccionalidad).
c. Cumplimiento del programa diseñado para cada problemática.
d. Consideración de las repercusiones del trabajo en las dimensiones grupales, comunitarias y relativas al medio socio-político ampliado.
Punto de Partida
- Identificación de la población sobre la cual se intervendrá.
- Identificación de los recursos humanos (propios o provistos “en préstamo”).
- Identificación de los recursos materiales (idem).
- Establecimiento de los tiempos para la totalidad de la experiencia y para cada una de las etapas.