Unos muchachos muy interesantes de la edad media, los llamados averroistas latinos, sostenían, a grandes rasgos, que hay dos modos de acceder a la verdad: la razón y la fe. Y que al entrar en conflicto una y otra era la fe la que salía perdiendo ya que, mutatis mutandis, Dios es omnipotente pero se atiene a la razón, porque es tan buena onda que ni te cuento.
La ciencia es, en suma, otra forma de llegar a lo mismo, la fe de los descreídos, el canto de sirenas de aquellos a los que no les bastan los cuentos de hadas. Por eso el cultor de la ciencia es un fanático religioso a la inversa. Un fundamentalista que, ante los logros de la razón encuentra su paraíso. Y al igual que el otro es capaz de inmolarse en nombre de un principio que no siempre está a la altura de la búsqueda y que a veces no consigue sanar las heridas. Y como el otro, también, corre el riesgo de volverse instrumento de la muerte como lo fueron Oppenheimer, Mengele y los muy científicos antropólogos colonialistas del siglo XIX. Por eso hay que incentivar una ciencia práctica y teórica que en sus contenidos se mire a sí misma. No para censurarse o impugnar sus posibilidades sino para que, en su autoconciencia, no le quede espacio para echarle la culpa de sus consecuencias a nadie más que a sí. Por eso 5 discos 5 científicos, para una ciencia capaz de ser feroz y a la vez humana■


 

Recolección vacía –1990- Daniel Melero. Sin temor a meter la pata puede decirse que Melero es acaso uno de los grandes científicos de la música ¿popular? Argentina. Ya desde la época en que lideraba la primera agrupación de pop electrónico del país, Los encargados, dio muestra de un grado de experimentación sonora a la que otros llegaron casi una década después. Pero no sólo desde la vanguardia valida sus pergaminos sino también como productor de bandas masivas como Soda Stereo con quienes produjo el gran cambio sónico de la banda Dynamo (1994). En este disco de reminiscencias étnicas es extraordinario encontrar como también en los 90 se adelantó a su época preanunciando la fusión entre electrónica bailable y búsqueda sensorial en piesas como Alegría y Bacteria, muy muy lejos de su hit Trátame suavemente popularizado por Ceratti.

 

 

Bunnka –2002- Paul Oakenfold. En ocasiones la ciencia se repite a sí misma hasta volverse una técnica que no deja de asombrar con sus juegos de artificio. Oakenfold no inventa nada nuevo en este disco, pero la reelaboración de elementos que realiza es destacable. El dj más relevante del primer lustro del nuevo milenio produjo y compuso su primer obra autoral como una construcción de capas de sonido donde las voces, afortunadamente están al servicio de climas que van desde la euforia del protoprogressive (ready steady go), los estallidos del deep house (southern sun con la voz de Carla Werner) hasta la opresividad emotiva del trip hop (The harder they come junto a Tricky y una sorprendente Nelly Furtado antes de pasarse al lado oscuro de la fuerza).

 

 

Medulla -2004- Bjork. Nadie, pero nadie sobre la faz de la tierra con dos dedos de frente podría negarle a Bjork su citial entre los popes de la ciencia musical luego de haber ganado en 2010 el Polar Music Prize, algo así como el nobel de la música. Luego de haber marcado a fuego los 90 con discos paradigmáticos, ya entrado el milenio, retomó como nadie el poder de la interpretación vocal bajo lema “menos es más”. La utilización pura y exclusiva de capas vocales, coros taxonómicamente diagramados y beats repetitivos y apabullantes dibujan paisajes que remiten a todas las eras y a todos los esquemas interpretativos, dando como resultado un sistema total, una cosmología que traza el camino de lo humano a través de la voz y del sentimiento como poco artistas han conseguido.

 

  

Eppurse muove – 2004- Haggard. Algunos críticos consideran el sonido de este grupo como avant garde metal, otros como deth classic metal, o metal sinfónico, lo cierto, independientemente de cualquier categoria en la que se los coloque, es que en esta obra le rinden tributo al gran Galileo Galilei quien, con su desafío heliocéntrico, llevó la ciencia un par de pasitos más allá de donde estaba y se comió un garron clerical que hizo historia. Más allá de la temática, la obra entera es una construcción pensada y ejecutada con la ciencia de una obra orquestal y la ciencia de los historiadores pues retoma los sonidos de aires medievales y los inserta en una matriz de metal lento y grave para luego inyectarle voces guturales y guitarras del infierno que, acaso, recuerden los padecimientos del viejo Galilei. Una gran obra de arte y de ciencia.

 

 

Road to revolution – 2008 – Linkin Park. Toda ciencia aspira a revolucionar, a cambiar la dirección que hasta el momento tenía el mundo para sentar las bases de un nuevo quehacer humano. Este grupo está lejos de conseguir tal cosa pero el concierto en vivo que este disco registra es un ejemplo de su intento. Furiosas, adrenalinicas, violentas y sobre todo honestas por aquello que transmiten, las 18 canciones hacen un repaso por la trayectoria de una de las agrupaciones que sobrevivió al ñu metal y se reformulo a sí misma haciendo lo mismo de siempre. Por primera vez la voz de su cantante suena relajada, sin la afectación con cara de malo que exige el estereotipo del metal y las bases rítmicas disparadas por el dj en vivo lo acompañan junto a ese otro instrumento de destrucción masiva que es el público coreando y festejando cada una de las canciones. Ciencia enorme, esa de congregar a las masas y sobrevivir.

 


 

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