Tarde de viernes caluroso. En la gran ciudad, una razón. Andén, junto a la cátedra Gervasio Artigas por la integración de América del Sur, se reunió con el Premio Nobel de la Paz Adolfo Pérez Esquivel en búsqueda de un mensaje de apoyo para los estudiantes chilenos en su lucha por una educación libre y gratuita.

La educación es una de las principales causas por las cuales militar; acaso una razón más en un mundo injusto, acaso la razón fundamental, que librada con bravura permita liberarnos de las injustas jerarquías que gobiernan el anárquico sistema económico mundial, asimetría (azarosa) que apaña a los poderosos.

Así es que disparamos preguntas en vez de misiles, intentando develar si es en una batalla donde la libertad nos cueste sangre o si en vez de ello conviene infiltrarse como una raíz en lo profundo de la tierra, o como el agua en sus mismas grietas. Muchas veces lo que tenemos por bien seguro nos demuestra lo injusto de la probabilidad, pero este no es un elemento del cual intentar defenderse, sino sobre el cual trabajar. Adolfo Pérez Esquivel toca el punto en su profundidad: “En un momento pensaba que nunca en mi vida iba a dar charlas a los altos mandos de la marina, y lo hice. Y esto sirve para comenzar a establecer otra relación, otra forma de pensamiento: el rol de las fuerzas armadas en la construcción democrática.”

¿Cuántas veces hemos obviado conversaciones por intuir las posiciones de los contrarios? ¿Cuántas otras subestimamos la capacidad de juicio crítico de los interlocutores? ¿Cuántas más ni damos la discusión porque pensamos que somos los jerarcas de la razón, cuando ya todos sabemos que lo que  se entiende por verdad no es más que el resultado de la disputa del poder? Pérez Esquivel es contundente: “Lo peor que podemos hacer es seguir conversando entre los convencidos, tenemos que tratar de convencer a los que no están convencidos”.

“Convencer a los que no están convencidos” puede ser algo fuerte, sin su contexto -cotidiano practicar de los medios de comunicación- puede sonar demagógico y hasta irrespetuoso de la posición ajena. Sebastián Piñera puede entender que la educación privada es el camino en el que el pueblo chileno será grande, puede entender también que negar a priori la posibilidad de estudiar a gran parte de la población no contribuirá a mantener las castas y la elite de su población sino que llevará a la liberación de los oprimidos. Quienes pensamos que la educación es un derecho de todos y todas, que es la herramienta fundamental de liberación de los pueblos, tenemos que demostrar, no a los que piensan como nosotros, sino a los que aún no vislumbran este valor, lo equivocado, lo incoherente y lo ficcional de esta afirmación. Pero no solo porque estamos convencidos, sino porque los hechos no se condicen con la irrealidad de los discursos, porque la realidad es mucho más cruda y cruel que lo bonito de las palabras y porque la injusticia no es algo por lo cual debamos lamentarnos, sino algo desde lo cual tenemos que emprender la disputa por el cambio profundo, crítico, radical.

Mucho más que un premio, un militante

Pérez Esquivel, a pesar de ser una figura consolidada por el fragor de su lucha y por sus largos años de militancia, no deja que su espíritu crítico se agote en cruzadas conformistas: “Los derechos humanos son integrales y constituyen valores indivisibles de la construcción democrática. Al ser integrales, comprenden todo el hacer humano: social, cultural, ambiental, etc. Nos encontramos con las dificultades de que muchas organizaciones y el mismo gobierno nacional acotaron los derechos humanos a la época de la última dictadura (´76 al ´83). Nosotros siempre reclamamos juicio y castigo a los responsables, en esto el gobierno estuvo bien (abrió un espacio y una voluntad política para poder llegar a los juicios y superar la impunidad), pero hoy también se están violando los derechos humanos: le quitan la tierra a los indígenas, matan a campesinos (pero también a los indígenas en el caso de Formosa), están destruyendo la biodiversidad para plantar soja transgénica, las empresas mineras también están dañando el ambiente, etc.”

Difícilmente un pensamiento profundo pueda escapar a la complejidad que atraviesa la coyuntura. Si bien por un lado puede observarse que los gobiernos de casi toda América del sur están inscriptos en una matriz extractivista que se apropia de la naturaleza como si esta estuviese a disposición de las necesidades humanas, colocándose como dueños y señores del planeta, olvidando que la humanidad es una especie más, hija de la tierra y no su dueña; no es menos cierto que, por el otro lado, estos gobiernos se plantean y son realmente mucho más populares que las propuestas neoliberadas emanadas del fastuoso consenso de Washington, aplicadas linealmente en todo el continente, condicionantes de todo proceso político, social y económico liberador.

Lo urgente y lo importante, una convicción

El Premio Nobel de la Paz, el militante infatigable por la liberación de nuestra América -a pocos les cabe como a él las palabras de Martí-, concluye: “Entonces, para cambiar todo esto, creo que tenemos que cambiar el pensamiento: nosotros nos manejamos mucho con un pensamiento cartesiano, que es fragmentado, especializado. Ortega y Gasset habla mucho del hombre especializado, el hombre masa, que sabe mucho de esto y es analfabeto de todo el resto, entonces no tiene sabiduría. Es como cuando Charles Chaplin en Tiempos modernos es especializado en poner tuercas y termina enloquecido: toda la maquinaria se lo termina tragando. Hay que trabajar con un pensamiento holístico e integrador. Estos son los desafíos que tenemos. Esto lo vengo trabajando desde el tiempo: la relación entre el tiempo mecánico, el tiempo físico, el natural y el tiempo de cada uno. Están también los tiempos culturales, el tiempo cósmico que no es el tiempo nuestro. Hoy si estamos frente a una computadora y tardó un minuto o un segundo más, ya nos ponemos nerviosos. El tiempo nos ha cambiado el pensamiento, hoy tenemos un pensamiento mediático que no te permite la profundidad ni el análisis, todo es coyuntural, rápido y urgente, pero debemos diferenciar lo urgente de lo importante.”

Hay tres grandes mitos de la modernidad que aún resuenan en nuestro presente: el mito de la racionalidad científica universal -que se presenta objetiva y que oculta el lugar y los intereses desde los que se enuncia-; el mito del progreso -que implica el tiempo lineal y progresivo, considerando lo distinto como primitivo-; y el ideal de acumulación -que sostiene la distancia entre sujeto y objeto, ubicando a la naturaleza como subordinada (al servicio del hombre), base del sistema capitalista-. Quebrar estos mitos es, además de una razón para militar, entender la diferencia entre la dominación y la liberación, entre lo urgente y lo importante

Mensaje a los estudiantes chilenos

A los estudiantes chilenos,

En primer lugar un abrazo fraterno. Quiero desearles mucha fuerza y mucha esperanza por toda la lucha que ustedes llevan por una educación pública, gratuita, que es un derecho indeclinable. Ustedes no pueden dejar que arancelen, que los sometan y los sometan al economicismo educativo de un gobierno. Tienen que mantener esas banderas altas, porque es también defender, no solo el momento que ustedes viven, no solo a Chile, es defender a toda América Latina.

La UNESCO -tómense también de esto- habla de educación para todos y todas. Y esta educación es un derecho que ustedes tienen que hacer valer.

También quiero aprovechar para reclamar al presidente de Chile que respete la voluntad del pueblo, para eso se le eligió: para servir al pueblo y no servirse del pueblo. Conozco al presidente Piñera, he estado con él en el Ecuador y pensé que podía ser un hombre con una visión mucho más amplia, pero quiero recordarle al presidente Piñera algo que decía Oscar Wilde: “están aquellos que saben el precio de todas las cosas y el valor de ninguna”. Precio y valor no son lo mismo, por favor, le quiero pedir al presidente Piñera, a todo su gabinete, a la sociedad, que esos jóvenes que hoy están luchando por defender sus derechos los respeten y los cuiden, porque una sociedad que no cuida a sus jóvenes, es una sociedad que excluyó el presente e hipotecó el futuro. Así que, un fraterno abrazo, mucha fuerza y esperanza, y como decimos en América Latina: ¡Hasta la victoria, siempre!

 

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