Hace algunos meses soy parte del sistema educativo, parte como autoridad moral, como docente y reproductora de ciertos vicios de la sociedad moderna en la que vivimos.

Este número de Andén tiene como temática editorial “sonidos”. Una se posiciona en busca del tema y piensa cómo construir un relato, una nota, un algo que traduzca un poco lo que el número de Andén busca y otro poco la subjetividad de quien escribe. Ante esa misión, voy a compartir una reflexión sobre los sonidos de las escuelas primarias de nuestra patria.

Resulta que analizar la modernidad o los aspectos negativos y positivos desde un plan binomio perfecto, donde es todo para los pocos o poco para los todos −trifulca que permite la connivencia de las posturas polares de élites económicas o académicas−, nos deja en la situación descontextualizada de cómo se percibe el ser argentino. En un mundo en constantes cambios discursivos, pero en sólidas continuidades de polos de análisis, cada instancia educativa a la que nos enfrentamos nos invita a posicionarnos sobre una discusión que nada tiene que ver con nuestra latinoamericanidad.

Mi “brainstorming”, o mi búsqueda por él, terminó una mañana de mayo cuando en plena formación a la bandera, el microcomponente de la escuela dejó de funcionar. En ese momento escuché por primera vez la oración a la bandera, un canto al nacionalismo, una pieza única digna de un estado-nación en formación, en búsqueda de unificar subjetividades bajo una insignia: la bandera argentina.

Bandera de la Patria, celeste y blanca, símbolo de la unión y la fuerza con que nuestros padres nos dieron independencia y libertad; guía de la victoria en la guerra y del trabajo y la cultura en la paz. Vínculo sagrado e indisoluble entre las generaciones pasadas, presentes y futuras.

Juremos defenderla hasta morir antes que verla humillada.

Que flote con honor y gloria al frente de nuestras fortalezas, ejércitos y buques y en todo tiempo y lugar de la tierra donde ellos la condujeren.

Que a su sombra la Nación Argentina acreciente su grandeza por siglos y siglos y sea para todos los hombres mensajera de libertad, signo de civilización y garantía de justicia.

 El autor de la Oración a la Bandera es Joaquín V. González, una figura sumamente ligada al proyecto de estado-nación internacionalista de modelos europeizantes y de sometimiento a las clases más desfavorecidas. Sin embargo invita a reflexionar cómo el concepto de nacionalismo requiere una transposición sociocultural a la hora de analizar la matriz de pensamiento que lo motoriza.

El peronismo, movimiento nacional de corte emancipador de estos binomios perfectos, también es encuadrado en el nacionalismo, pero ¿Qué tipo de transposición requiere el peronismo para pensarlo como nacionalismo? ¿De qué tipo o corriente de nacionalismo hablamos cuando hablamos de justicialismo? ¿Qué tipo de identidad nacional planificó el peronismo para el pueblo argentino?

Todas estas preguntas y estas inquietudes son saldadas cuando pensamos y afirmamos que el peronismo es una expresión que encauza a las organizaciones libres del pueblo como expresiones culturales que existían en nuestra patria antes de la revolución del 43. Y las encarna como una doctrina, una expresión político cultural denominada justicialismo, donde la felicidad y la identidad del pueblo son basamento fundamental para comprender el futuro de Argentina como país, en una región en constante necesidad por emanciparse de discusiones que nada tienen que ver con el ser nacional.

Es cierto, uno como peronista se siente interpelado por algunos pasajes de la oración creada por Joaquín V. González, por ejemplo: “Vínculo sagrado e indisoluble entre las generaciones pasadas, presentes y futuras. Juremos defenderla hasta morir antes que verla humillada”. Ya que nos encuentra pensando que la expresión de defender nuestra patria de la humillación. Es una reacción natural de un sujeto comprometido con la política, como herramienta de cambio; de la filosofía, como herramienta de revoluciones; y de la soberanía, como instancia inicial para llevar adelante los desafíos de justicia social que nuestra querida Argentina anhela desde que el peronismo no conduce desde el Estado los rumbos de la nación.

Reflexionando sobre los significados y significantes de la bandera argentina, nos encontramos con que la creación de la bandera que hoy utilizamos no responde a las necesidades del pueblo en sí. Pero sí sus expresiones anteriores, desde la bandera de Macha hasta la Bandera Confederada son expresiones que respondieron a una necesidad identitaria del pueblo.

Nuestra bandera actual, como símbolo de enseñanza y dogma, resulta una herramienta de utilización para un modelo de Estado Nación asignado a las discusiones y a las hegemonías de principios del siglo XIX .

Entonces, estas expresiones que se apropian de manifestaciones sociales para utilizarlas en pos de un internacionalismo de consumo, o estas otras sui generis de algunos referentes nacionales, a la derecha de la derecha misma que no se referencian con los símbolos de la patria son los reales traidores. Traidores, sí, últimamente no es tal la significancia que se le endilga al concepto, pero revisemos eso: ¿ Hay algo peor que un traidor a su propio suelo?

Los niños y niñas que hoy se forman en el sistema educativo argentino son el futuro. Sí, algo superredundante. Pero, ¿cuál es el verdadero sentido de esa afirmación, si la sociedad en la que vivimos nos enseña desde pequeños a sentir escalofríos cuando juramos la bandera, cuales soldados de la liberación del yugo colonial español? ¿Por qué ahora confundimos la formación de nuestro pueblo con internacionalismo de doctrinas que poco tienen que ver con expresiones de nuestro pueblo? ¿Por qué hablar de nacionalismo siempre adquiere una connotación negativa, si después de todo ser nacionalista es sentir amor por su patria, ser consciente de que la soberanía nacional es el camino y sobre todo accionar ante cualquier arrebato de humillación hacia ella?

Si fuéramos coherentes con nuestras expresiones populares, hoy seríamos una nación más justa, libre y soberana. Siempre en el marco del nacionalismo justicialista, y no esos falsos nacionalismos que esconden el internacionalismo como matriz de operaciones. Los desafío a escuchar a los pibes recitando amor a la bandera y controlar las ganas de revolucionar todo para que la justicia reine en amor e igualdad en nuestro suelo.

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