Nos echaron. Putísima manzana. Lo que pasa es que cuando me angustio me viene una ansiedad nueva. Fue la primera ocasión de esta ansiedad en la humanidad. Un síntoma, un estado. Enseguida supe el nombre: ansiedad oral. Un necesidad imperiosa de hablar, de moverme, de comer algo dulce… y estaban ahí… Rojas como una boca. Comí una, dos, tres. Comí todas las que pude. No pensé. ¿Entendés? No pensé. No, nada de eso. Necesitaba subir mi nivel de glucosa, bajar el nivel de esta nueva ansiedad oral, y me las comí. Sí, así, con S. Me laS comí. No fue una. Fueron un montón. Y entonces el desalojo… ¿Y de dónde sacó alguien que todo el jardín es de él? El Señor dueño, el terrateniente. Primero pensé, no nos vamos. Hacemos un usucapión. Ponemos un alambre, ocupamos. Ocupas, podríamos ser los primeros. [i]

 ADÁN Y EVA o  EVA Y ADÁN…, y si no es el mito más grande desde siempre en esta existencia, no quisiera saber cuál lo supera, o sí, tal vez quisiera.

Tuve la suerte de participar del proceso de esta obra como observadora de cada línea que se volcaría al papel para luego ponerla en escena. Fueron muchos meses de trabajo de mesa, donde la charla en torno a este mito era fuertemente puesta en cuestión, puesta en valor y discutida. Una de las cosas más interesantes era que la mesa contaba con la presencia de ambos sexos, con lo cual este ensayo sobre Eva aloja en su interior palabras que salen de un cuerpo femenino y de su exquisita mente, y al mismo tiempo palabras y pensamientos de un hombre, un Adán actual.

Si este artículo fuera parte de una edición de Andén sobre la deconstrucción masculina y el activismo femenino y todos los etcéteras que le caben a esta situación, “Ensayo sobre Eva” podría tranquilamente ser usada para comparar y arrojar sobre el teclado todo tipo de conjeturas y mensajes que tal vez vienen desde el más allá de los tiempos.

En este hermoso encuentro creativo uno de los clímax ancló en LILITH, la primera mujer de Adán. En nuestro caso, habíamos estado cerca de este mito gracias a una obra que llegó a nuestro pueblo de la mano de una coreógrafa cordobesa Ariana Andreoli, que trabajó su cuerpo en escena encarnando a Lilith. Era una especie de demonio atrapante. Sin texto. Solo cuerpo, piel y tierra. Al tiempo, nos sentamos a trabajar en nuestro texto y volvió a aparecer LILITH y, desde ahí, la experiencia se hizo cada vez más rica, la curiosidad se revolvía en sí misma como esa serpiente que también supo acercarnos imágenes y anécdotas en torno a estos mitos que siempre regresan, nos abarcan y envuelven.

Soy Lilith, la primera mujer. Dirán de mí muchas cosas. Los historiadores. Los redactores de diccionarios. Los simbolistas. Los puros. Los puristas, los impuros. Dirán que fui la primera mujer de Adán. Yo fui la primera mujer pero nunca fui de nadie y entonces Dios al que hicieron firmar el Libro dijo que en el jardín mandaba el hombre y que yo estaba ahí para seguir su deseo y su mandato. Yo sólo vi que éramos del mismo barro, él y yo, del mismo barro y hechos por el mismo viento de la naturaleza, el tifón que todo lo revolucionó y nos dejó a él y a mí tendidos en la arena, descansando, antes de nacer del mismo barro. Adán el primer hombre de barro, Yo Lilith, del mismo barro. Arena, agua del mismo río y esas manos del mismo viento que dibujaron nuestros cuerpos. Él mandará y vos tendrás que rendir tributo a su primacía, dijo el supuesto Dios del libro supuesto de la ley. No obedezco, dije. El deseo es mi deseo [ii].

Entonces nos repensamos y sentimos deseos fuertes de actualizar en nuestro interior mandatos y estructuras. El texto de Mark Twain “Diario de Adán y Eva” también pasó por nuestras manos y fue en ese material donde también pudimos observar el mito puesto en perspectiva. Recomiendo su lectura, fue fresco y revelador encontrarnos con él.

El personaje de Lilith en las lecturas de manuales y diccionarios esotéricos y de magia blanca en general se describe con los mismos tópicos. Fue esa mujer que no quiso estar debajo del hombre y decidió salir del paraíso. También fue un demonio perturbador, que enloquecía a los hombres y dio a luz muchísimas veces. Heroína de su tiempo. Expulsada del paraíso. Negada en la santa Biblia. Y seguro muchas historias más. Lo cierto es que a nuestra Eva le fascinaba saber sobre su existencia y hubiera querido encontrarse con ella y tal vez hacerse amiga. Cada tanto encontraba mensajes de Lilith entre el público y los leía con devoción.

Este aspecto que tomamos, o mejor dicho que creamos desde la luz ofrecida por el mito de Lilith, fue uno de los que más nos motivó a estructurar la obra y agregar la escena de Lilith. Nos hizo bien darle esa vuelta de rosca al mito que, en lo binario, nos limita. Hombre-Mujer.  Ese aire aportado por una Eva que vio en el acto de Lilith el ansia de libertad, la curiosidad por saber. Morder la manzana y entender que hay algo más allá de lo que está marcado, estructurado y limitado.

Una vez comprendida la estructura textual llegó la hora de montar este trabajo. Saber que estamos jugando con el fuego del mito que puede quemarnos entre las manos. Desconocer la reacción del público, algo que siempre es parte en la producción teatral claro está, pero en este caso, personalmente era mayor mi ansiedad, calculo que por esto de saber que el material era competente con la generalidad del público y que la expectativa seguro iba a estar puesta justamente en lo mitológico de la cuestión. Como sería el caso de quien se anima a cuestionar, mediante el arte, a Dios, al futbol, a Maradona, al Papa o a Mirtha Legrand. Hay que decirlo.

Si hubiera un aparato que fuera capaz de medir en el aire las tensiones y el cruce de todo tipo de energías que circulan en el teatro, trataría de usarlo, para dibujar lo que veo, o para registrar esas líneas que imagino rojas. No vemos esas líneas, pero existen, las sentimos quienes nos subimos al escenario y también los que vemos teatro. En “Ensayo sobre Eva”, estas líneas cruzaban el espacio, siguiendo a Eva y acompañando sus estados. El espectador no estaba allí solo observando, era interpelado, y así lo manifestaban.

Estaba todo tramado, claro que sí, fuimos planeando y diseñando mucho en torno a esto. Nosotros también interpelados, dibujamos la obra y nos pusimos a disposición de la suerte. El desafío fue en cada función. Saber de antemano que quienes entraban a la sala algo sabían de este juego, contaban con algunas reglas. Algunos habían escuchado anécdotas de las funciones, pero no conocían el total. Me animo a decir que no esperaban una Eva tan avispada, despierta, atenta y madura. Sola, sin Adán. Despreciando un llamado telefónico de ese hombre que la dejó plantada tantas veces a lo largo de todos los años. Un hombre que le ocultó la existencia de la primera mujer creyendo que así se libraba de un reproche que nunca llegó. Y no iba a llegar nunca. El reproche, por llamarlo de alguna manera, lo hizo Eva. Lilith alumbró el camino del conocimiento, marcó el rumbo hacia lo nuevo, hacia lo desconocido. Despertó en Eva la capacidad de reflexión.

Podría contar todo el texto, no lo voy a hacer. Me tienta describir las escenas porque en ellas  se calcó el mito, dejamos que la huella marque de alguna manera un camino que pudimos deconstruir con creatividad y con entusiasmo. Eva quería saber; nosotros, también. Eva quería morder la manzana; nosotros quisimos darle, y darnos, la chance de disfrutar el conocimiento y transformarlo. Hicimos una obra de teatro con el mito de la creación. Ni más ni menos.


[i] De la obra ENSAYO SOBRE EVA de Soledad López Vaca y Gastón Sironi, escrita y estrenada en la provincia de Córdoba en 2017.
[ii]  Fragmento de “Ensayo sobre Eva”, al que llamamos Escena prescindible para actriz invitada. Fueron muchas Lilith diferentes interpretadas por hombres, mujeres y trans.

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