El pasado sábado hicimos una parada en el Andén de Vicente López y dialogamos con Francisco Mugnolo, actual Procurador General de la Penitenciaria Nacional, quien tiene a su cargo la defensa de los derechos de los presos y detenidos en las cárceles federales de todo el país.

Al encontrarnos con “Lito” Mugnolo al otro lado de la General Paz aprovechamos la oportunidad para conversar sobre el rol que tienen las cárceles en las sociedades actuales y como esta institución o tecnología de organización social para el encierro de personas que cometen delitos debe ser reformulada.

Según nos comentó Mugnolo la cárcel no significa ya para la sociedad la idea inicial de que era un paso superador respecto de las condenas que aplicaba el Estado antes de su creación como la tortura y hasta la muerte para personas que cometían determinados delitos. Y afirmó que “si hoy miramos a la cárcel como una tecnología social lo cierto es que este modelo tecnológico está agotado. En consecuencia debemos ver qué modelo queremos para sancionar a la gente  cuando entra en conflicto con la ley penal”.

Señaló que “en la actualidad existen algunos modelos nuevos como lo son las penas alternativas a la  prisión o la reducción al mínimo de la pena de reclusión”. Y sostuvo que “el modelo que hoy tenemos es la cárcel con muchas horas de cárcel y pocas actividades. Este modelo de cárcel que dice que con educación, trabajo y salud asegura derechos fundamentales y resocializa a las personas parece que está agotado y entonces nos debemos un debate sobre la cárcel”.

“Por su parte –continuó- la sociedad también piensa con legitimidad que cuando hay alguien que genera temor, preocupación por su vida, debido a su capacidad de violar la ley, debe ser excluido de la sociedad. Entonces la cárcel si bien no tiene la finalidad que nosotros suponemos  ni los resultados que nosotros queremos en un momento final si alguien tiene que sacar a una persona de la sociedad por un tiempo para que trate de repensar de tener una vida sin delitos lo cierto es que  no hay un sustituto, no hay una nueva tecnología para aplicar las sanciones del Estado”.

Las tecnologías en el sistema de penas alternativas

ANDEN sin embargo le preguntó sobre la existencia de algunas tecnologías en el mundo que sirven para evitar que algunas personas cumplan su condena en la cárcel. Entre ellas las pulseras electromagnéticas que controlan a las personas mientras cumplen la prisión domiciliaria en sus casas.

Y nos respondió que “la cárcel pretendió  modificarse haciendo llegar algunas tecnologías que hoy hay dentro de las cárceles para seguridad y a través de otro mecanismo que permite el control de la persona privada de la libertad para que siga cumpliendo su condena afuera de la cárcel”.

Uno puede tener un Mercedes Benz de último modelo y no saber manejarlo y entonces es lo mismo que nada. Aquí en la Argentina toda  esa tecnología está. La tecnología por ejemplo para las requisas de las visitas que en el caso de las mujeres son violentadas por las requisas vaginales anales. Hay unas sillas electrónicas donde vos te sentás y te revisan lo que podés tener o no tener adentro.

Hay algunas otras como por ejemplo la prisión domiciliaria con pulseras que controlan que el condenado no se vaya del radio de su casa. Pero no está armado  todo el sistema porque si hoy mandan a una persona a la casa a cumplir la condena no existen controles suficientes.

Desde la Procuración –manifestó Mugnolo- hemos promovido la prisión domiciliaria de las mujeres con hijos. Pero el problema está que si esa mujer tiene que volver a su casa y el lugar en el que vivía, por ejemplo, es una villa y la devolvemos a que cumpla la condena en la misma villa, eso no es posible. Si bien hay algunas medidas o estrategias de este tipo hay que hacer una reorganización todo el sistema de aplicación de las penas porque muchas veces nos ha pasado que  el problema está en la falta de receptividad de la sociedad. Por lo tanto hay que pensar una institución de vigilancia post carcelaria. Es decir, la resocialización se tiene que hacer en cárceles más humanitarias pero con políticas de reinserción social para cuando el preso sale de la cárcel.

La cuestión social

Antes de pasar a la última pregunta le comentamos a Mugnolo que hay quienes sostienen que las cárceles están hechas para encerrar a los pobres. Y le pedimos una opinión al respecto.

En realidad la cárcel es una institución que puede ser buena o mala depende como la uses. Que el 90 por ciento de las personas que están en la cárcel  provengan de la marginalidad nos tiene que hacer pensar no que la cárcel es mala o buena o que la hicieron para los pobres. Hay que preguntarse por qué los pobres están en las cárceles. Y es por eso que tenemos que trabajar muy fuerte en la inclusión social para que la gente pueda llevar una vida digna sin necesidad de recurrir al delito.

Por lo tanto, y volviendo al tema de las tecnologías, nosotros tenemos dos cárceles con muy buena tecnología en términos de cómo están diseñadas pensando en condiciones de encierro más humanitarias. Sin embargo con esto no hemos logrado bajar el índice de reincidencia en el delito. Es decir, la gente que pasa por esas cárceles con alta tecnología sale hoy y, a las dos semanas, está entrando de nuevo.

Entonces hay que ir a las causas profundas y creo que desde la sociedad se pueden hacer muchas cosas a nivel local y  no todo se debe pensar en términos de privación de la libertad. Los municipios pueden tener una importante tarea en la reinserción social de los que salen, de controlar las penas alternativas. En definitiva, se debe diseñar e implementar una verdadera política de estado en materia de la privación de la libertad y de estructuras que permitan estrategias globales contra el delito y la inseguridad.

Política de desarme

En ocasión de un viaje a Cuba pudimos comprobar que la sociedad cubana no tiene índice alguno de delitos cometidos con armas y la razón de semejante milagro es la prohibición de portar armas por parte de los ciudadanos -con excepción claro está  –de quienes están afectados a las fuerzas de seguridad.

Le preguntamos a Mugnolo que opinaba sobre la posibilidad de impulsar una política de desarme de la sociedad para reducir los delitos más graves que están vinculados con la privación de la vida o más bien la muerte de personas por medio de la utilización de armas. Y nos contestó que se han hecho algunas cosas, por ejemplo, el Ministerio del Interior impulsó un programa por el cual la gente entregaba sus armas y el Estado le otorgaba un subsidio o dinero por la devolución del arma.

Y sostuvo que una política de desarme implica que el Estado desarrolle una estrategia para que la gente o quien tenga un arma la devuelva porque realmente es un peligro que haya personas que tengan armas y no sepan utilizarlas. En ese sentido, que la gente no tenga armas tal vez no tiene un impacto positivo sino más bien es necesario restringir el acceso al uso de las armas.

“Por otra parte –dijo Mugnolo- el Estado debe hacer una tarea muy fuerte para controlar y reducir el circuito comercial de armas en el mercado negro o clandestino. Hay un mercado negro de armas sobre el cual hay que trabajar  mucho. A veces se ven secuestros de armas de mucha potencia y de armas militares e importadas.  Entonces todo este negocio es naturalmente una causa importante de muchos delitos”.

“Hay muchos jóvenes que aparecen teniendo armas de mucha potencia con lo cual las fuerzas policiales no van a andar con muchas vueltas. Y entonces muchos han catalogado a esto como la necesidad de librar una guerra contra el delito. Y la verdad no tienen que haber guerras debe haber estrategias. Plantear la confrontación en términos de guerra contra el narcotráfico, guerra al contrabando, es una visión belicista acerca de cómo la sociedad debe enfrentar aquellos que violan las leyes penales”■

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