Si hay algo de lo cual parece haberse definido la ciencia (del latín scientia, conocimiento), al menos tal y como nos lo sugiere el sentido común, es el mito (del griego mythos, palabra o historia). Desde los albores de la constitución del pensamiento social, autores como Giambattista Vico o Auguste Comte, aun con sus divergencias, han coincidido en generar una interpretación de la historia de la humanidad, donde el escalón más bajo corresponde a una etapa dominada por el pensamiento mítico/religioso y la más elevada a la etapa en que el método científico y la razón sistemática desplazan al mito, a la religión y a la filosofía en la producción de saberes hegemónicos acerca de lo “real” y lo “verdadero”.