Año nuevo. Desfilaron, como siempre, la sidra, los confites, el turrón y el dolor de cabeza, la resaca o la descompostura. Por culpa del calendario, el primer día del año nos recibió trabajando.
Parada obligada en la comprensión de la realidad
Año nuevo. Desfilaron, como siempre, la sidra, los confites, el turrón y el dolor de cabeza, la resaca o la descompostura. Por culpa del calendario, el primer día del año nos recibió trabajando.
Escribo estas líneas mirando el reloj con cierta impaciencia. Todo el tiempo estoy llegando tarde, todo el tiempo tengo que estar yendo hacia otro lugar. Imposible sentarse a escribir. Muchos menos a re-flexionar, a realizar esa acción del pensamiento que implica detenerse y volver sobre las cosas, los acontecimientos, las ideas. Detenerse, para avanzar. No, imposible. Solo hay avance. Las maquinas perforados avanzan en el cerro, el gobierno avanza en sus declaratorias de muerte, la justicia avanza en su persecución de los que estorban. No, imposible detenerse. Y, sin embargo, hay una voluntad que pecha, que tira, que te dice,