Año nuevo. Desfilaron, como siempre, la sidra, los confites, el turrón y el dolor de cabeza, la resaca o la descompostura. Por culpa del calendario, el primer día del año nos recibió trabajando. Por eso, de la edición salió cualquier cosa. Ésta es una de sus consecuencias no deseadas: todavía no se pudo determinar si fue lisérgico o etílico; el lector podrá sacar sus conclusiones… 

1. “Milagro: cómo logró el gobierno popular que jueces filo-fascistas sean los baluartes de la libertad de expresión”. Quise ponerlo como título de tapa, pero el editor no me dejó. “No da –me respondió– que acusemos a jueces de ser fachos. Es gratuito. Además, los estás injuriando. Vas a tener que aportar pruebas”. Los signos de la resaca duraron un tiempo. Mi cara de pocos amigos cambió luego de un par de minutos. Lo entendí. O no quise esforzarme en buscar nuevos argumentos. “OK, no va en tapa –le respondí, resignado, al ilustre–. Lo demás es fácil”. Y es fácil. Veamos: la ley de servicios audiovisuales tuvo tres fallos adversos (en realidad, cuatro: uno por el procedimiento); dos de los jueces, obviamente, tienen un currículum intachable.

El juez federal de Salta, Miguel Antonio Medina dio lugar a la presentación que realizó el Comité de Defensa del Consumidor (Codelco). El presidente de ese Comité, Guillermo Durán Cornejo, declaró que “esta ley parece que la hizo el Proceso, que fue concebida por Videla. Por eso fuimos a la Justicia, ya que a mí ni a nadie le gusta que nos vengan a decir lo que nuestras familias tienen que escuchar o ver”. Por fuera de que el señor Durán Cornejo considere –al menos eso parece– que no es bueno para la democracia que se desarticulen grupos mediáticos que monopolizan el negocio del cable y las señales televisivas (la situación actual, de concentración absoluta, no beneficia a los consumidores: todo lo contrario, limita la oferta, permite la competencia desleal, perjudica a los pequeños cableros –los que no fueron fagocitados por el Grupo Clarín o Vila-Manzano–), no parece haber encontrado a un interlocutor válido: Medina “fue juez de instrucción en Metán, designado por la dictadura militar, que luego actuó como apoderado del Partido Justicialista de Salta, como socio del abogado Raimundo Sosa, denunciado ante la Comisión Nacional de Desaparición de Personas, y como apoderado del gobernador Romero”.(Fuente: http://www.iruya.com/content/view/16301/230/)  Un paladín de la democracia…

Edmundo Carbone es juez en lo Civil y lo Comercial de la Capital Federal –y, como señaló Aníbal Fernández, está en los últimos días como funcionario: presentó su renuncia, pero no se privó de hacer una última jugarreta– y juzgó que eran inconstitucionales dos artículos. Carbone señaló que la nueva ley “puede vulnerar la libertad de prensa”. Podría ser una objeción atendible, pero los antecedentes no lo ayudan: “el magistrado es el mismo que se hizo famoso en la década del ’90 por prohibir la difusión en los cines de la Argentina de la película La última tentación de Cristo, de Martin Scorsese, y también por intervenir en una causa judicial derivada de una censura al genial artista argentino –ya fallecido– Tato Bores”. Carbone es, también, quien frenó la disposición del gobierno nacional de impedir la fusión de Multicanal y Cablevisión. Un fiel ladero del “periodismo independiente”: suponemos que Magnetto tendrá una foto suya en su oficina, con una leyenda clásica debajo: “empleado del año”. En menos de un mes logró lo que no pudieron lograr el lobby permanente y las operaciones de prensa: frenar la ley de medios. Para la próxima, intentaré convencer al duro editor…

2. En otra jornada, el intransigente editor no me permitió hacer un número especial sobre el florecimiento mediático del “nuevo modelo de acumulación argentino”: el fortismo. Pasamos del fordismo al fortismo, aunque falta dilucidar si es una nueva etapa de la globalización o si es la etapa superior (es decir, su superación dialéctica). Como proceso productivo, el fortismo se caracteriza por trasladar las ganancias de las empresas de un sector al otro: de las cuentas de las empresas de golosinas a las trajinadas barras de Esperanto. De esta manera, sostiene puestos de trabajo. Y para crear nuevos, se expande a otras actividades: el teatro, la playa, entre otras. Incluso puede funcionar con pérdidas. Todo en aras de la productividad y del desarrollo del capitalismo (y del proletariado).

3. El fortismo tiene antecedentes: la burguesía terrateniente del modelo agroexportador. Pero, a diferencia de la vieja oligarquía, la panacea ya no es París: como en la dictadura y el menemismo, es Miami. A pesar de que también los une la pasión por preferir el gasto suntuario por sobre la inversión productiva, tienen una diferencia de fondo: la burguesía terrateniente nunca se hubiera tatuado un escorpión en uno de los pectorales y nunca hubiese usado camisas con bordados y encajes, tenía un gusto más refinado. El fortismo también es grasa.

4. No toda la burguesía argentina cayó bajo las garras de este fenómeno (que no es de masas, porque la condición sine qua non es que haya otra masa: una masa de empobrecidos que sean espectadores). Todavía mantiene el recato. No les gusta el estado atlético (artificial o no, ése es otro eje de discusión), musculoso y bronceado de esta nueva corriente. Para tomar sol y tener un cuerpo fornido están los peones rurales o los trabajadores del conurbano –independientemente del gremio–. Prefieren mantener su tez pálida y su panza a cuestas, sin culpas, bien modernos. De Angelis es su más fiel expresión: le aceptan hasta la desprolijidad del diente. Las marcas del trabajo en sus cuerpos no se notan (en esto se parecen a los fortistas, pero éstos invierten horas en el gimnasio para formarlos según los actuales cánones estéticos). Tal vez den el primer paso este año y vayan al Rosedal a hacer ejercicios (lugar ideal –según sus consideraciones– para otras actividades, por ejemplo: mítines políticos).

(A todo esto, queda una duda: los oficialistas acusan a la Mesa de Enlace de ser los cuatro jinetes del Apocalipsis. Parece raro: nunca se los vio arriba de un caballo…ni siquiera en los actos de la Rural).

5.  Luego de esto, seguimos discutiendo con el ilustre editor. Por culpa de Moyano nos pusimos a comparar mediáticos con políticos. Es más, pensamos que Fort sería un candidato ideal: demagogo, creído, autoritario; la superación ideal de De Narváez (podemos invertir la frase de Moyano: Fort es la versión no colorada de De Narváez; sería un excelente spot, hasta tiene un dejo de cobismo). Sumamos a Barrionuevo y tenemos el ala sindical…a diferencia de Macri, no necesitarían a Durán Barba como asesor.

Después, subimos la apuesta: Néstor Kirchner es la versión política de Matías Alé. Desbocado y peleador, suele guardarse en algunos períodos (cuando no lo mandan al freezer) a pedido de la señora. Con otra particularidad: le genera miedo que una billetera frondosa le cope la parada. (Todavía agradecemos que De Narváez no se dedique a cantar boleros –como lo hace Fort–. El cantante de la derecha es el burdo imitador de Freddie Mercury. Con eso alcanza y sobra…).

6. Al final, todo quedó medio muerto. No supe bien qué podíamos hacer para terminar el año con una nota decente: Posse se fue (no se puede poner humoristas amateurs en la función pública: los spots, tal vez, se hubieran parecidos a las parodias televisivas del Ministerio de Educación que hace Capusotto, quién sabe), Aschira Carrió abandonó momentáneamente las predicciones políticas, Pino no sublevó al proletariado revolucionario de la Recoleta para recuperar los recursos naturales y el gobierno sigue con los pagos patrióticos de la deuda externa –amparados en la teoría de la soberanía del taka-taka o (lo que es lo mismo) la liberación nacional del pago en efectivo–. Los que vendrán –si le dan bola a la derecha farandulesca– capaz que pagan la eterna deuda interna con cómodas cuotas de represión. Acá, así aplicarían políticas focalizadas: la mira estaría puesta en los pobres■

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