Estoy convencida de que hay algo de la memoria de nuestra propia adolescencia que debemos reactivar continuamente, en un esfuerzo de sinceridad y también de inventiva, cuando nos comprometemos a pensar la secundaria actual: qué contradicciones, qué molestias, qué tensiones, qué descubrimientos, qué desafíos nos permearon en ese “yo imaginario” que cada vez vuelve distinto, pero que sin embargo continúa constituyendo nuestro ser-docentes-hoy.