Pepe Mujica, presidente de Uruguay, dijo en los funerales de Kirchner que hay que celebrar la vida y la lucha como homenaje a los compañeros convocados por las leyes de la biología. No hay mejor definición posible para iniciar y clausurar los debates sobre el acontecimiento político más importante de la escena nacional desde la crisis de las instituciones del 2001. La muerte de Néstor Kirchner será pensada, escrita y leída durante años como un punto de inflexión en la vida nacional. Esta publicación, que ha comulgado a medias con el proyecto que encabezó el ex presidente, siempre ha tenido una mirada crítica ante las graves falencias de forma y fondo que presentó esa entelequia alguna vez llamada transversalidad. Esa distancia no le resta méritos a los importantísimos logros que su gestión alcanzó en los términos de una paulatina normalización de la crisis social que devastó y devastará aún por años a las capas más desvalidas del tejido social. Acaso sea demasiado pronto para realizar un análisis más o menos certero sobre su persona. Sus funerales dieron una muestra de cariño y adhesión que, como en el caso de Raúl Alfonsín, sólo generan los muertos.