Los griegos, siempre los griegos. Estos pibes que ahora le tiran piedras a la policía y a los bancos, en otra edad del mundo, inventaron las formas primeras de transmisión profesional del conocimiento. Podemos caer en el romanticismo de la actividad educativa y enumerar los beneficios que la sociedad saca de ella, lo mucho que eleva nuestra condición de tarados cerriles, de cuánto nos salva de (o nos lleva a) las propias mazmorras humanas.