¿Cuál es la magia que nos encandila del Estado? ¿Por qué insistimos en pensarlo, en desearlo, en deplorarlo? Una vez instituido el pacto social, no hay marcha atrás. Lo dijo ese viejecillo salvaje de Hobbes y tal vez Platón antes que él: solo puede substraerse de la influencia del Estado un dios o una bestia. Ese pacto ─el Estado─ no fue firmado por nadie, nadie fue consultado, nadie lo acordó. Esa es su ilusión primigenia: parecer natural.