¿Cuál es la magia que nos encandila del Estado? ¿Por qué insistimos en pensarlo, en desearlo, en deplorarlo? Una vez instituido el pacto social, no hay marcha atrás. Lo dijo ese viejecillo salvaje de Hobbes y tal vez Platón antes que él: solo puede substraerse de la influencia del Estado un dios o una bestia. Ese pacto ─el Estado─ no fue firmado por nadie, nadie fue consultado, nadie lo acordó. Esa es su ilusión primigenia: parecer natural.
Los psicoanalistas dicen que se adquieren rasgos esquizoides cuando no se instaura el nombre del padre, cuando no se introyecta el límite. ¿Será porque San Martín fue un padre ausente que el Estado no asume una identidad homogénea? ¿Será que de chiquito lo dejaron matar a tanta gente que ahora no se banca hacerse cargo de todas sus deudas pendientes y las asume un día sí y otro no, como esos amantes fóbicos que dicen “te amo” para olvidarlo en la mañana? Vayan los dioses a saber. Lo cierto es que no sabemos qué esperar para la próxima pantalla y es en esa angustia de políticas cotidianas donde pedaleamos en falso cuanto nos toca proyectar. Por eso 5 discos 5 que construyen a futuro, que se plantearon a sí mismos como continuación de un pasado con la esperanza de ser consecuentes ante el porvenir, y en algún que otro caso hasta la pifiaron. Porque la coherencia hay que conjurarla y conjugarla, hoy, ayer y todas las veces que haga falta.■
The wedding album – 1993 – Durán Durán. ¿Qué pasa cuando la banda más glamorosa del pop de los ochenta entra a una nueva década con un disco que no está a la altura de su historia? Lo más lógico del mundo: sus fans los defenestran. Sin embargo The wedding album es un trabajo que, mirado en retrospectiva, no desentona del todo con el pop de sintetizadores que propusieron unos años atrás. Tal vez el aggiornamientono fue del todo fructífero y tal vez sus fans ya no gustaban con las mismas ganas del hedonismo pretencioso vuelto balada, pero lo cierto es que el sonido de ese disco es una fiel postal de muchos sonidos que se volverían lugares comunes de los noventa, y eso los coloca en el mismo pedestal donde comenzaron: en el de una banda que marcó –le guste a quien le guste– la forma de ser popular y cool al mismo tiempo. Más maduros a fuerza de perder proyección, los Durán Durán siguieron, y siguen, sacando discos buenos, bailables, sin novedades y eso no deja nunca de ser una buena noticia.
Imaginaerum – 2011 – Nightwish. Luego de la partida de Tarja Turunem, Nightwish pareció perder por momentos el rumbo. El componente lírico que le aportaba la soprano fue reemplazado por un viraje hacia el metal más clásico con la incorporación de Annete Olson, quien debutó en Dark passion play. En esa búsqueda en pos de la independencia del componente lírico, se llegó a “Imaginarium”, un resultado casi lógico de su disco anterior. Sin embargo, la sinfónica de Londres no predomina en todos los cuadros, sino que deja lugar para que la banda despliegue el metal pesado del que tanto había dado cuenta en sus conciertos en vivo. Un disco donde lo circense tiene lugar, donde lo existencial se abre camino y en donde puede verse la continuidad y la ruptura de una agrupación que siempre se reinventa sobre la base de los aciertos y errores de su historia. Pendular, claro, pero sin perder su identidad.
Yo estuve ahí -2001 – La Mississippi. ¿Cuándo se comprueba la coherencia (o la falta) de los propios actos? Cuando se hace un repaso y se enumera y se reordena y se da cuenta de eso ante otros. Por eso, cuando la que quizás es la mejor banda de blues nacional hizo el recorrido de sus cinco discos en un teatro Astros abarrotado, la audiencia comprobó que estaba ante una agrupación cuyas elecciones estéticas siempre fueron consecuentes con el espíritu de un sonido que de tan foráneo se vuelve cercanamente barrial. Blues, rock de la vieja escuela, boogie, de los buenos, siempre nostálgicos pero nunca tristes. Un disco enormemente parejo, virtuosamente ejecutado, con lo mejor de un repertorio que, por si fuera poco, cuenta con la voz en su mejor estado de Ricardo Tapia. Ningún péndulo chicos, siempre la misma línea de excelencia.
Último bondi a finisterre – 1998 – Patricio Rey y sus Redonditos de Ricota. ¡Cuánto odiaron sus fieles este disco! Luego de nuevetrabajos a puro rock inteligente para las masas, Patricio Rey vira hacia un sonido industrial, con sintetizadores, inesperado y lúdico. Se ha dicho –tal vez como parte del mito– que la intención de agregar sonidos de juegos de video era una manera de acercar a los oyentes los sonidos que se veían llegar, como si esa entelequia que fue Patricio Rey fuese además un educador de los tiempos por venir. Tal vez sea mentira, pero ninguna historia se construye sin un relato de futuros posibles, y en aquella ocasión Solari, Skay y compañía le dieron la espalda a su historia y proyectaron la dimensión en la que seguirían moviéndose y que los llevaría al indigno desplome de su proyecto y de sus relaciones. A veces pasa.
Jeremias pies de plomo -1972- Vox Dei. Los fans deben haberse preguntado qué vendría después de “La Biblia”, esa ópera rock basta y maravillosa. ¿Cómo seguir adelante luego de haber dado a luz la perfección? Y la respuesta no se hizo esperar: Vox Dei avanzó volviendo sobre sus pasos hacia un rock que aún hoy suena pesado, original, sin nada que envidiarle a bandas de la época como Deep purple, Black Sabbath o Led Zeppelin. Rock-blues-folk en estado puro, sin concesiones comerciales de ningún tipo y abandonando definitivamente el matiz progresivo que cubría sus dos discos anteriores. Veloz cuando debe serlo, tranquilo y romántico cuando lo exige la sensibilidad sobre la que está construido. Las voces de Willy Quiroga y Ricardo Soulé también reflejaron esa construcción, superponiéndose y complementando un trabajo que, con 40 años de historia sobre sí, sigue siendo el ejemplo de cómo pasar de una etapa a otra sin traicionarse a uno mismo.