En la literatura mesopotámica, la figura de Inanna aparece como el arquetipo por antonomasia de lo femenino, a la que se le atribuyen aspectos regenerativos, como el sexo, y aniquiladores, como la guerra y la muerte. En este sentido, la divinidad se presentaba como la alegoría por antonomasia de lo abyecto, cuya representación negativa fue recogida por la tradición bíblica a través de la figura de Lilith y posteriormente sirvió para construir el arquetipo diabólico de la bruja de la temprana modernidad.