Es universalmente sabido que los bares y cafés que rodean al edificio de la Facultad suelen ser el teatro de conversaciones de fuerte contenido teórico. También es cierto que estas conversaciones no siempre respetan los límites de las mesas, y que es casi inevitable participar de debates ajenos (aún cuando nadie se entere). Hace poco escuché a dos compañeros hablar de un tema siempre recurrente: los métodos de evaluación.