Como otros tantos argentinos y latinoamericanos, llegué a París siguiendo las huellas de La Maga y Oliveira, del Club de la Serpiente, de los puentes del Sena de noche, saltando de la tierra para llegar al cielo. Buscando esa ciudad mítica que de noche se hace mágica entre largas charlas que mezclan el francés y el español y confunden nostalgia con patria.