Hay un universo de corrección política que subsume a los discapacitados bajo la categoría de personas con capacidades diferentes chicos especiales y toda una serie de eufemismos que maquillan el lenguaje en busca de una autocomplacencia bien pensante. Los ciegos, los mudos, los retrasados mentales, los inválidos, los mancos son la diferencia encarnada dentro de la mismidad. Son nuestros hermanos, nuestros hijos, nuestros tíos, los anormales paridos por el vientre de la normalidad que nos mentimos para no tener miedo. Porque la discapacidad o la capacidad diferente, pone el acento sobre nuestro miedo de ser eso que nos espanta, nuestro temor a criar hijos que no serán como el común de los hijos, nuestra incomodidad ante la idea de hacernos cargo de eso de lo que no quisiéramos hacernos cargo y se nos impone.