Apenas pisé el suelo de Los Beatles, de Shakespeare, de la princesa Diana y su Carlitos, de nuestros enemigos en la guerra cachivache (como todas) que podemos llamar “contemporánea”, di lugar a mi primera asociación libre y completamente ilícita: sentí que estaba en alguna parte de la costa atlántica, mas precisamente Pinamar. ¿Por qué me fui a aquellas playas? Supongo que porque en ellas veraneé muchos años hospedada en el departamento de mi amiga Dana y porque era allí donde me sentía como en casa (con la familia de mi amiga, con mi amiga, con el mar, mi adolescencia a un micro de distancia de mi cama y mis petates), pero de vacaciones (es decir, mil veces mejor). En ese momento, ante tanta extrañeza, ante tanto océano cruzado, ante tanta velocidad, necesitaba creer que conocía aquel país que era completamente ajeno para no querer esconderme debajo de una cama.