Una persona es un territorio. Soy un territorio, profundo y superficial, con tiempos y dudas. Partes livianas, bobas, risueñas; otras pensantes, reflexivas, aéreas. Soy muchas al mismo tiempo y ninguna de todas esas. Tengo inseguridades y miedos, como para dormir con la luz prendida toda la vida.
El día menos pensado – Andén 61
Estoy concluyendo la lectura de El Evangelio según Jesucristo, de Saramago, y me aterra. Reitera constantemente que desde que nacemos estamos condenados a morir, y el saberlo nos condiciona por completo, conciente o subconscientemente. Asimila la religión a la destrucción, las guerras sin fin, y la muerte precedida de torturas encarnizadas. Me confirmó esa interpretación el escuchar la crítica de su nuevo libro, Caín.