El domingo pasado, el diputado nacional Ricardo Alfonsín estuvo en el descubrimiento de la placa en homenaje a su padre en el Aeródromo Municipal, que ahora se llama “Presidente Raúl Alfonsín”. En Andén aprovechamos la ocasión para preguntarle sobre el panorama político de 2010. El año que viene, dado que el oficialismo perdió la mayoría automática, se va a producir una interesante puja política en el Congreso Nacional.
Andén: ¿Cómo van a ser las sesiones legislativas en el 2010?
Ricardo Alfonsín: A partir del 28 de junio se han generado condiciones para que se haga posible el diálogo y la búsqueda de consensos. Ninguna fuerza política tiene mayoría por sí sola, no puede imponer las leyes por mayoría, de manera que tendremos que consensuar. Me parece que esto es bueno para la República, para el país, que el debate y la discusión de ideas es bueno. El Parlamento estaba anulado como ámbito de debate. Soy optimista con respecto a la posibilidad de que el Parlamento recupere un rol central a la hora de discutir políticas públicas.
A.: Es importante esto, sobre todo en un país presidencialista como el nuestro. ¿Se va a poder gobernar desde el Parlamento?
R.A.: El Ejecutivo está en el Ejecutivo, pero hay muchas cuestiones que se discuten en el Parlamento, muchas leyes que se sancionan. Por ejemplo, políticas agropecuarias, políticas de seguridad social, políticas educativas. Sin ninguna duda, vamos a intentar desarrollar una tarea importante con un ánimo constructivo.
A.: ¿Se puede hacer una política de centro-izquierda después del kirchnerismo? ¿Se puede hacer una crítica desde ese sector?
R.A.: Hay una alternativa progresista, de centro-izquierda. Por favor, que el gobierno deje de decir que es el progresismo, que dejen de decir que son los únicos progresistas, porque de esta manera es funcional a la derecha. La sociedad puede llegar a pensar que “si esto es el progresismo, que venga otra cosa”, y le está haciendo mucho daño a las alternativas. Este gobierno no es progresista; además, no alcanza con esto: también es necesario saber gestionar. En este sentido, el gobierno ha tenido muchos problemas.
A.: ¿La alternativa del radicalismo es netamente progresista
R.A.: Absolutamente. Tenemos que consolidar el Acuerdo Cívico y ampliarlo, sumando otras fuerzas de centro-izquierda que nos permitan consolidar un espacio social-demócrata en la Argentina, que esté en condiciones de suplantar al gobierno con un sentido de superación, fundamentalmente para terminar con la pobreza.
A.: ¿Cómo ven, por ejemplo, las relaciones con Proyecto Sur?
R.A.: Bueno, a mí me gustaría relacionarme con todos esos partidos, pero se da una patología que ocurre en la Argentina y en casi todos los países del mundo: los partidos que piensan parecido compiten entre sí, se tratan peor entre ellos que con los partidos que piensan diferente, porque ambos buscan el mismo electorado y defienden los mismo intereses. Esto es un síntoma de inmadurez de la dirigencia política: los partidos que piensan parecido no debería confrontar nunca en una elección.
A.: ¿Cuáles van a ser los núcleos centrales de las propuestas que se van a presentar en el 2010?
R.A.: Primero, reparar el daño institucional; en esto va a haber consenso; esperemos que se sume el oficialismo también. Me refiero al Consejo de la Magistratura, al federalismo, a la independencia de los poderes. En segundo lugar, estoy trabajando en algunos proyectos: en uno de ellos se intenta solucionar, de forma gradual —porque no podemos hacerlo masivamente—, la situación de todos aquellos jubilados que están en la misma condición de Badaro (digresión: la Corte Suprema sentó un precedente con respecto a la actualización de los haberes jubilatorios); estamos trabajando en un proyecto de ley para eso, para resolver sobre todo la situación de los que más edad tienen. Estamos trabajando en otro proyecto —también gradual, por la población estudiantil que tiene nuestro país— para hacer algo parecido a lo que hizo Uruguay con el tema de las computadoras, para que todos los chicos de las escuelas públicas, principalmente en la escuela primaria, tenga una computadora (sin importar que sea del centro o de la periferia). Otro proyecto educativo tiene que ver con el otorgamiento de créditos, al finalizar la secundaria, a aquellos estudiantes que se encuentran en una situación vulnerable, para que puedan encarar un emprendimiento personal o puedan seguir estudiando. Estos son algunos de los proyectos. Queremos universalizar en serio la asignación a la niñez, queremos ver si podemos aumentar la mínima de los jubilados (porque el 80% está en la mínima y hay recursos), queremos que el gobierno le dé a las provincias todos los recursos que les corresponde (ya que al quitarle a las provincias le quita a los municipios, y los municipios están con problemas).
A.: ¿Se va a tratar de producir una reforma fiscal gradual para generar ingresos genuinos que cubran los costos de una asignación universal por hijo?
R.A.: Esto lo tenemos que discutir bien. Nosotros creemos que hay otros recursos. Por ejemplo, los subsidios a los servicios públicos de energía, que nos parece bien en la medida que estén destinados a aquellos que se encuentran en una situación difícil. Lo que no me parece bien es que esos subsidios beneficien a quienes no necesitan el auxilio del Estado. Desde allí se pueden obtener muchos recursos para ampliar el seguro universal a la niñez. Habrá que pensar también en crear un impuesto a la renta financiera. Además estamos pensando en destinar estos fondos al ANSES, para que no se financie con recursos de este organismo. Tenemos que discutir.
A.: Hoy en día está muy presente el tema de la inseguridad en los medios. ¿Qué medidas están impulsando desde el Acuerdo Cívico?
R.A.: Lo que hay que hacer acá es muy serio y muy responsable. No se puede ser demagogo ni hacer política partidaria con estas cuestiones, haciéndole creer a la gente que los problemas se pueden resolver de la noche a la mañana. La cuestión de fondo, la que explica los mayores índices de delincuencia —sobre todo en términos cuantitativos, porque son mucho más violentos—, tiene que ver con situaciones de humillación, de explotación y de exclusión. Mientras tanto tenemos que poner a definir entre todos los partidos políticas de seguridad que sean aplicadas, cualquiera sea el partido que gane. Hay cuatro instituciones que tienen que encargarse de la seguridad: la ley (que está bastante bien, sólo hay que aplicarla); la policía; la justicia; las fuerzas de seguridad. Éstas no pueden funcionar de manera eficiente porque —en primer lugar— la policía está pensada para una sociedad que ya no existe; no está preparada para afrontar los desafíos que plantea hoy la sociedad contemporánea; hay que repensar la organización de la policía de la provincia de Buenos Aires. La justicia no tiene presupuesto, no tiene la cantidad de fiscales necesaria, no tiene los auxilios necesarios; ¿cómo vamos a pedirle eficiencia en estas condiciones? El sistema carcelario sabemos que no funciona: en vez de salir rehabilitados salen especializados en delito. Mientras funcionen así estas instituciones no podemos exigir más eficiencia en el combate contra el delito. Para colmo de males, un mínimo porcentaje de la justicia, de la policía, del sistema carcelario y a veces de la política están en connivencia con el delito. No seamos injustos ni generalicemos: son un mínimo que le hacen mal a todas las instituciones; ese mínimo porcentaje tiene que ser identificado, porque el daño le hacen a la sociedad en materia de seguridad es infinitamente superior al que nos podría hacer presumir.
A.: Terragno ha planteado un documento con políticas con miras en el 2016; Duhalde está en la misma línea. ¿Qué opinión tiene de esta búsqueda de consensos básicos?
R.A.: No tengo la trayectoria que tienen ellos. Lo único que no pudimos lograr —aunque lo intentamos— desde 1983 hasta la fecha es acordar políticas de Estado para acabar con la pobreza; esto es lo que tenemos que intentar. No puede durar mucho tiempo la democracia sin deslegitimarse, por una pérdida de dimensión moral, con estos niveles de injusticia. En la Argentina, se combinan dos factores que son explosivos: pobreza con desesperanza. En el pasado, se sabía que con trabajo, con sacrificio y con estudios se podía progresar. Existía la movilidad social ascendente. Tenemos que recuperar esto. La pobreza no se va a resolver de un día para el otro. La esperanza sí. Para esto es necesario que haya seriedad en los dirigentes, que exista respeto a las instituciones y que se produzca un acuerdo de las fuerzas políticas, sociales, laborales y de la producción para poner en marcha un proyecto nacional que nos incluya a todos y que sea capaz de movilizar toda la energía de todos los sectores en pos de su realización.
A.: ¿Cuál es el primer horizonte de un político?
R.A.: La política debe intervenir en todas las esferas en los que se ponga en riesgo la dignidad del hombre.
A.: ¿Cómo ves el país en el futuro?
R.A.:Nos falta acordar políticas de Estado, que se puedan sostener en el tiempo, y pensar en el mediano y largo plazo. Creo que las principales dificultades se van a dar con las contradicciones en términos de intereses económicos, con la redistribución del ingreso, con crear las condiciones para generar riqueza porque no se puede redistribuir lo que no hay. Eso no quiere decir que haya que esperar el crecimiento para distribuir; se tiene que hacer simultáneamente. Esto no lo hace el mercado ni un solo partido político. Lo hacemos entre todos, como dijo el general Perón. A estos problemas lo resolvemos entre todos o no lo resuelve nadie■