Hoy es miércoles 24 de Marzo y acabo de llegar de la Marcha por la Memoria, Verdad y Justicia. Creo que ninguna marcha me emociona tanto como ésta:  más de 8 y 9 cuadras de gente, largas columnas de diversos partidos, agrupaciones, movimientos e independientes convocados por la misma causa… recordar.

Recordar nuestra historia para tomar conciencia y poder concebirnos en el presente como sujetos transformadores, y en pleno acto de  reafirmación de nuestra identidad comunitaria, colectiva.

“El Símbolo es parte constitutiva de nuestro ser”

Toda marcha del 24 no implica sólo un recordatorio de lo sucedido sino también una instancia de reflexión compartida.  En esta marcha afloraban cánticos, ritmos, pancartas, banderas, danzas, y discursos que creaban un ambiente mítico, como si fuese una especie de ritual que unía y canalizaba toda nuestra protesta y repudio en un río compartido. Argentina es uno de los pocos países de Latinoamérica que mantiene desde el  inicio de la democracia diversas políticas colectivas de reconstrucción de la memoria, por eso es tan importante marchar todos los 24 de marzos, para seguir manteniendo fresca la memoria, para que sigamos siendo conscientes sobre el genocidio impuesto aquel 24 de marzo, para que seamos partícipes de nuestra narración  histórica y para continuar reforzando nuestra identidad como comunidad.

 Momento de análisis

Desde hace 34 años que el pueblo Argentino continúa desangrándose; las secuelas económicas, sociales, políticas y psicológicas aún son muy profundas. Por eso creo que es importante recurrir al pasado para comprender el presente. En este apartado los invito a pensar  las dictaduras militares producidas en 1966 – 1973, la “Revolución Argentina”, y el terrorífico “Proceso de reorganización Nacional”  de 1976 -1983.

Creo que para esto es fundamental tener en cuenta el contexto económico internacional  considerando su afección en la matriz económica nacional para así poder entender mejor los cambios a nivel  político y social.

Ambos procesos militares (el de 1966 y el de 1976) son el intento más acabado de imponer autoritariamente una matriz de desarrollo económica que no se pudo concretar por las vías legales.

El Desarrollismo es una matriz económica que se expandió de dos formas: democráticamente y autoritariamente. La primera fue con Frondizi: Argentina necesitaba adecuarse a los cambios macroeconómicos mundiales -ya la famosa ISI no podía seguir profundizándose-, se necesitaban de inversiones multinacionales para diversificar la matriz de producción y dar respuesta a las demandas internacionales. Pero había un obstáculo fundamental que no permitía  continuar  el normal desarrollo previsto por el Capital. Este obstáculo era la clase obrera sindical fuertemente organizada. Su lucha se centraba en la resistencia por el retorno de Perón.

Esto dio el puntapié para que el Golpe de 1966 (desarrollismo autoritario)  irrumpa controlando a los sindicatos, pero siguiendo con la misma línea económica que el proyecto de Frondizi. La dictadura de 1966 se proponía controlar autoritariamente el orden social, ya que para esta época la sociedad en su conjunto estaba organizada con fuertes intenciones de cambiar y cuestionar las relaciones y formas sociales de producción. En este sentido el “Cordobazo” fue la expresión de esa lucha e influyó sobre las circunstancias históricas para dar fin al proyecto económico que se planteaba la “Revolución Argentina”.

El golpe de 1976 fue más fuerte ya que cambió el modelo de acumulación y junto con él disciplinó íntegramente a la sociedad. Para esto último se aplicó el terror, el disciplinamiento económico (se perdieron las conquistas básicas de los trabajadores)  y político.

En este sentido, Juan Villareal en “Los hilos sociales del poder” analiza el golpe del ‘76 y dice que durante los 60 y 70 los “avances de la población se vinculaban con una crisis política protagonizada por la ingobernabilidad de las masas y posibilitada por la indefinición  hegemónica de los sectores dominantes. Esta presencia amenazadora de la movilización popular se asentaba en una estructura social heterogénea por arriba y homogéneas por abajo”.

Esto es clave para comprender el golpe, ya que durante 8 años se intentó y,  lamentablemente, se logró romper  la homogeneidad de la clase obrera y de los sectores populares, y se logró unificar a los sectores dominantes.

El autor dice que la “homogenización por arriba” (homogenización de sectores económicos), se pudo dar porque sectores agrarios e industriales concentraron sus intereses en la nueva matriz económica impulsada por la dictadura: la valorización financiera.

Por otro lado la heterogeneidad (diversificación, expulsión)  de las clases subalternas se pudo lograr porque al cambiar la matriz económica cambia el modelo de producción.  Esto genera una estratificación en los trabajadores y una fragmentación en el proceso laboral. Por ejemplo, una porción de la antigua clase obrera se nuclea ahora en la actividad de servicios, otra se vuelve cuentapropistas y la otra parte de la clase obrera queda marginada y expulsada del proceso productivo. Otra arista que analiza el autor es la represión física y mental que se utilizó para disciplinar y quebrantar lazos de solidaridad entre los sectores subalternos.

 Reflexión colectiva

 Es importante saber leer y analizar los golpes de Estado, no como un proceso aislado sino como una concatenación de hechos y sucesos económicos, políticos y sociales que continúa pesando sobre nuestras espaldas. Claramente el golpe del ‘76 fue el más sangriento de nuestra historia. La única manera que encontró el poder militar para llevar a cabo su proyecto político y económico fue desapareciendo personas, torturándolas y distorsionando la identidad de todo un País. Claro que no estuvieron solos, todos sabemos que tuvieron un amplio respaldo de los grandes grupos mediáticos, económicos, de un sector de la sociedad y de la iglesia.

 NO nos han derrotado

30.000 desaparecidos expresan las secuelas y gritos de nuestra sociedad, no son sólo ellos los que desaparecieron. Desde el golpe del ‘76  hasta hoy día, en mayor o menor medida, se continúa  profundizando el modelo económico (valorización financiera)  que se inició aquel 24 de marzo.

Las secuelas son graves, todos los días siguen desapareciendo personas por miseria, pobreza,  desnutrición, explotación, desocupación, drogadicción, gatillo fácil, secuestro, trata de personas y malos tratos físicos e inhumanos en las cárceles.

Injusticias sociales que son la cosecha de todos estos años.

Pero este panorama no es tan desolador si se piensa que luego de la crisis del 2001 continúan conformándose más movimientos sociales, organizaciones de base , partidos políticos e independientes que creen en una nueva manera de construir política, en nuevas maneras de construir poder, en organizarse, luchar y en crear poder popular con las clases subalternas. En definitiva, continuar luchando por las mismas causas políticas que nuestros 30.000 compañeros desaparecidos■

 


[1] Ruben Dri. Identidad, Memoria y Utopía. Programa de publicaciones de la sec. Académica de le fac. de Cs.  Sociales. UBA.

Entrada anterior II Jornadas Provinciales del Programa Pedagogía de la Memoria – Andén 33
Entrada siguiente VI. Barroco, cuarta parte – Andén 34

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *