«Morir es una costumbre que suele tener la gente” decía Borges. Y es así, a veces la gente tiene el poco tino de morirse y dejar cosas a medio hacer que es, en el fondo, la mejor forma de espichar: con proyectos. Porque esperar la muerte sin sueños ni anhelos ni cosas por hacer, es ir menguando lentamente y la muerte es poco generosa con los que no le presentan batalla. Y como le importa un carajo si uno ha sido un buen o un mal presidente, un adolescente iracundo o un viejo fan de González Oro, bien nos vale a nosotros hacer la distinción por ella, para diferenciarnos, para decirle que a nosotros sí nos importa quienes se mueren, porque hay gente que la merece más y hace más fuerza por ganarla que otra, aunque después de cierta edad todos nos merezcamos un guadañazo bien dado por lo que hicimos, hacemos u omitimos.
La muerte de los otros y la vejez son sucesos que nos interpelan. Con algo de suerte llegaremos a una, mas sin ninguna duda a la otra, y esos horizontes se nos acercan siempre un poquito más. día tras día el televisor y los espejos nos los anuncian, por eso debe ser arduo llegar a viejo y cargar no sólo con la muerte de quienes nos rodean sino con todas las muertes presenciadas y el cambio, esa forma de muerte tan común en estos tiempos. Por eso 5 discos 5 viejos pero buenos para recordar al líder muerto y a todos los que irán muriendo, lo quieran o no■
Villa febris -1999- Eppurse Muove. Agrupación hace ya tiempo desparecida, que dio cuenta de una militancia rocker, de una preocupación por los luchadores de la tierra, por los pobres pero sin aquella épica combativa de los 70, casi descriptivamente. Así como Sui Generis se preguntaba “¿Para quién canto yo entonces?” ellos hacían lo mismo desde un sonido que entremezclaba lo acústico, el folklore y el rock como una fusión con acento en los detalles experimentales. Por momentos oscuros y desesperanzados mostraron en esta obra que los superó políticamente el derrumbe de una etapa del país, de una forma de entender la Argentina como quien mira desde las orillas hacia el centro. Algo así como nuestro reciente muerto pero con una honestidad que la política veda. La descorazonadora “No te acerques” como muestra de la tristeza y el agobio.
Mensajes del alma -1992- León Gieco. Difícilmente haya en la Argentina otro artista más indiscutido, más sincero y comprometido. Todos los géneros, todas las causas para un tipo que sea que fuere lo que toque lo hace con una actitud rocker. Desde aceptar que todos somos salieris de Charly hasta el homenaje a las maestras de Jujuy en una Argentina que relegaba a los maestros a la miseria, Gieco presentó su mejor disco, aquel, este, que lo puso en el tapete de los grandes poetas nacionales y entre los músicos que mejor supieron leer el acerbo cultural de la patria. Horacio Guarany se preguntó alguna vez “¿Qué será de la vida si el que canta no levanta su voz en la tribuna?” una pregunta que lo seguirá a Gieco y a todos los que alguna vez pelearon por un mundo mejor, equivocados o no.
Suite Troileana -1976- Ástor Piazzolla. Quien haya conocido o leído sobre Piazzolla difícilmente se atrevería a decir que fuera un tipo preocupado por la cosa social, mucho menos un progresista. En su genialidad acaso viviera encerrado en ese mundo eidético de la aristocracia musical pero nunca sus laboriosas construcciones dejaron de hacer pie en el mundo. Esa música ciudadana (por no llamarla tango y levantar la polvareda de los ortodoxos) es el telón de fondo para una de las despedidas más fastuosas de la música argentina, como el réquiem de Mozart pero porteño, sentido como la despedida de Balbín a Perón, como el adiós que le dedica la experimentación y la heterodoxia del alumno al clasicismo ortodoxo y monumental del maestro. Música para el adiós, levantar la copa y seguir… ¿Qué otra cosa queda?
Mirage -1974– Camel. Quizás simplemente porque es viejo y ha sido olvidado, quizás porque remite a una época de la que suele hablarse mucho pero mal o porque simplemente asocio la música progresiva con el progresismo y con una etapa de la música que ha mutado hacia otras dimensiones, lo traigo a colación. Porque Camel es una de esas bandas que han quedado relegadas por la dictadura de bandas como Pink Floyd, Yes o Jetro Thull y que compartió ese destino de olvido por parte de la masividad con otras como Tangerine Dream. Grandes cuadros compositivos, temáticos, con tracks engarsados en forma de capítulos que contaban largas historias sonoras y épicas sobre paisajes de ensueños, que es como deberían ser la vejez y la muerte. Prestar atención a «Lady Fantasy”, 13 minutos para envejecer plácidamente.
Todo Gardel 1926-1927 – Carlos Gardel. El zorzal, entre otros tantos viejos y muertos, parece más vivo que muchos. De la infinidad de reediciones de su trabajo, esta, que recupera solo las grabaciones de un periodo determinado de su producción, hace hincapié en las milongas de corte campero, no en lo que llamaríamos estrictamente tango. Sin embargo, habita allí el espíritu del genero que no fundó pero al que cristalizó como ya nadie haría jamás (mentira, Troilo sin ser cantor fue mejor, pero es irrespetuosa la comparación). Y porque allí esta “abuelito” aquel tango en el que canta “Hoy que me vencen los años/ ya la muerte está en acecho / viejo, vencido y maltrecho, siento que la quiero más / Ya sabe, nieto, la cruel herida que en esta vida supe ocultar / Así, una noche triste y de duelo, /mi pobre abuelo me hizo llorar”