El alcalde de la ciudad de Buenos Aires, Mauricio Macri, conocido también como Jefe de Gobierno, sacó a la luz su verdadero pensamiento en pleno conflicto originado por la toma de tierras en el Parque Indoamericano. Su jefe de gabinete, Horacio Rodríguez Larreta, hizo lo mismo. Ambos echaron la culpa de ese conflicto a los inmigrantes, especialmente bolivianos y paraguayos.
No fue una novedad la xenofobia de Macri, un millonario ex dirigente de Boca Juniors y político con ideas derechistas. El odio hacia los pobres, a los indígenas, a los “negros” y a los “villeros” se sintió desde que asumió el cargo. Nunca priorizó la educación y la salud para los marginados; no le importó la seguridad en los barrios de los pobres; no ejecutó el presupuesto destinado a mejorar la vida en las villas.
Macri –descendiente de italianos- está rodeado de asesores porque no tienen ideas propias. Uno de ellos es ecuatoriano. Tiene como uno de sus cercanos íntimos políticos al también millonario y político conservador Francisco De Narvaez, un colombiano que pretende ser Presidente de los argentinos violando la Constitución Política de la Nación.
Es decir, para Macri, los extranjeros con dinero y de “piel blanca” no son peligrosos. Los inmigrantes de países limítrofes, entre ellos muchos de origen indígena que llegan a trabajar a la Argentina, son delincuentes.
El Jefe de Gobierno porteño no solo es xenófobo sino también insensible e ineficiente. No le conmueven para nada los miles de pobres que viven en las villas. Al contrario los criminaliza, los estigmatiza, los desprecia y los clasifica como elementos peligrosos.
Macri es tan mal administrador que no ejecutó este 2010 ni el 1% de todo el presupuesto que la Legislatura de la ciudad le aprobó para mejorar las villas y solo ejecutó el 18% de los millones destinados a construir viviendas. Sin embargo, gastó millones en sendas para bicicletas pese que los propios ciudadanos que lo votaron no están de acuerdo con eso.
Cuando Evo fue elegido Presidente de Bolivia, Macri salió a criticarlo. Era de esperar porque un indígena no puede ser su amigo o aliado político. Sus amigos son los derechistas y por ello suele organizar eventos internacionales en Buenos Aires para la “crema y nata” de los conservadores y opositores a gobiernos populares.
Macri tiene la suerte de contar con el blindaje mediático de canales de televisión y radio, de diarios y revistas, que no publican las acusaciones de miles de casos de ineficiencia administrativa, corrupción o espionaje telefónico.
En el conflicto de la toma de tierras en Villa Soldati o Parque Indoamericano, Macri estuvo callado durante 4 días. Cuando vio que la opinión pública le estaba dándo duro por su ineficiencia, apareció en los medios para echarle la culpa al Gobierno de la Nación y dejó que el caso sea solucionado por la Presidenta Cristina.
No es la primera vez que Macri responsabiliza de sus cosas a otros. Es típico ese su comportamiento. Cuando Néstor Kirchner estaba vivo, a él le acusaba de todo. Por ello cuando murió dijimos que la oposición política argentina era la más perdedora con la partida del ex Presidente. La derecha argentina no tiene un programa claro, no tiene líderes y su único discurso era atacar a Kirchner.
Las expresiones xenofóbicas de Macri fueron muy graves porque, además de buscar fortalecer el voto cautivo de la derecha porteña, generó que se visibilice el odio de algunos argentinos hacia los inmigrantes de países sudamericanos, es decir de Bolivia, Paraguay y Perú. Hace tiempo que el Instituto Nacional Contra la Discriminación y Xenofobia de Argentina estableció que los bolivianos, peruanos y paraguayos son los más discriminados.
Las redes de internet, especialmente en aquellos sitios donde hay foros, se inundan con terribles insultos a los bolivianos y peruanos. En algunas calles también hay frases escritas con ofensas. Ni qué decir en los campos deportivos. El INADI y la Asociación de Fútbol Argentino (AFA) hasta ahora no aplicaron severas sanciones. Sólo emitieron llamadas de atención.
Gobernadores, comentaristas de estaciones radiales, dirigentes políticos y otros suelen hacer declaraciones atrevidas contra los bolivianos. Los acusan de borrachos, sucios, negros, ignorantes e invasores que quitan el trabajo a los argentinos. Es famoso el titular del canal de Tv Crónica cuando informó sobre un accidente: “Murieron dos personas y un boliviano”.
Decir que todos los argentinos son discriminadores es mentira. Pero que hay argentinos que odian a los bolivianos, es verdad. Lo paradójico es que esos odiadores de extranjeros son también descendientes de inmigrantes italianos o españoles que hace años llegaron a este país en busca de mejor vida.
Si bien Macri es odiador de los inmigrantes e ignora la Constitución argentina y otras normas que garantizan la residencia de los extranjeros, el gobierno de la Nación es un ejemplo de solidaridad latinoamericana. El entonces Presidente Néstor Kirchner puso en marcha el programa Patria Grande que permitió legalizar la residencia de miles de inmigrantes. La presidenta Cristina consolidó otros beneficios para los inmigrantes como el acceso gratuito a los sistemas de salud y educación.
Hay medios de comunicación y ciudadanos que protestan porque “con los impuestos de los argentinos” se beneficia a extranjeros. Esto es una mentira gigante. Los inmigrantes también pagan impuestos cuando compran algo o toman algún servicio básico.
Es también mentira que los bolivianos le quitan el trabajo al argentino porque ellos hacen cosas que los locales no saben o no quieren hacer. Están en la producción agrícola, en el comercio, en la construcción, en la fabricación de ropa, en los servicios de limpieza, en la elaboración de ladrillos, en la cosecha de uva, en la industria de la pesca, etc.
Los bolivianos son criticados porque tiene atención médica gratuita en los hospitales. Pero esos xenófobos no saben que miles de argentinos del Norte se operan gratuitamente en hospitales fronterizos de Bolivia. Olvidan que durante años, Bolivia vendió su gas a precio inferior en relación al mercado internacional.
El Macri odiador de bolivianos -como no le gusta leer- no sabe de historia. A la Argentina y Bolivia los une la historia de liberación. El primer Presidente de la Junta de Buenos Aires fue el boliviano Cornelio Saavedra, hace 200 años. En el Congreso de Tucumán hubo siete bolivianos que votaron por la Independencia de la Argentina: Mariano Sánchez de Loria, José Severo Malabia, José María Serrano, Pedro Ignacio Rivera, Pedro Buenaventura Carrasco, Felipe Antonio de Iriarte y Jaime de Zudáñez.
En Chuquisaca, Bolivia, hoy Sucre –ciudad en la que se dio el Primer Grito Libertario de América- estudiaron dos argentinos famosos: Mariano Moreno y Bernardo Monteagudo. La Generala del Ejército Argentino -luchadora por la Independencia de Argentina y leal a Manuel Belgrano- fue la boliviana Juana Azurduy, tan querida en Argentina al extremo de que muchos creen que ella nació en Salta.
Entonces no hay motivo para odiar a los bolivianos. La historia une a las dos naciones. La integración debe hacerse cada día más allá de las declaraciones. La solidaridad de los pueblos es necesaria. En realidad nadie debería sentirse extranjero en esta y en cualquier otra tierra. Las fronteras las inventaron. Los mapas se dibujaron arbitrariamente.
La discusión sobre la ocupación de tierras en el Parque Indoamericano no sólo debe ser legal. Por supuesto que invadir un territorio ajeno no es legal. Pero lo ocurrido en pasados días tiene que ver con la pobreza de la gente y la ineficiencia de las autoridades que deben atender, especialmente a los marginados.
La toma fue simbólica. Fue una forma de protesta y de presión, como lo es una huelga de hambre, el corte de una ruta, una manifestación, un afiche, una pintarrajeada. Fueron muy crueles aquellos que condenaron a los “okupas”. Los calificaron sin ni siquiera hablar con ellos, no escucharon sus dolorosas historias de vida.
Macri nunca pisó las villas para sentir al pueblo, para darle la mano al obrero, al hombre o a la mujer que no tiene agua potable, que no tiene servicios básicos. Macri solo fue a una villa para sacarse la foto de campaña electoral junto a una niña pobre. Pero nunca hizo nada a favor de los desposeídos.
Dicen que en las villas viven los asesinos, ladrones y narcotraficantes. Puede ser. Pero no todos los habitantes están ocupados en eso. Un alto porcentaje labura duro por unos cuantos pesos. Hay que combatir a los delincuentes pero sobre todo hay que luchar contra la miseria. Lástima que los gobiernos derechistas no lo harán nunca. La pobreza no será eliminada jamás con balas sino con justicia■