Todos los 24 de marzo, desde hace más de treinta años, todos los argentinos recordamos con furia el proceso militar. Pero también recordamos a las Madres y Abuelas de Plaza de Mayo, las marchas, los milicos impunes, los viejos “verdes” encerrados en sus pisos, los actores brillantes del teatro de Griselda Gambaro, el ruido del motor de un falcon,a la ESMA que hoy es centro cultural, a la agrupación H.I.J.O.S., al proyecto “TEATRO X LA IDENTIDAD” que trabaja hace 10 años, cuadros que por fin son descolgados, bigotes oscuros, la frase “nunca más”… y también que allá, por esos años temblorosos, había gente que hacía como podía, a escondidas o no… teatro.

Desde ya que el “durante” del proceso militar hizo y deshizo. Hizo que las puertas de muchas salas se cierren y deshizo figuras y mentes, pero sobre todo logró (claro que sin esa meta) que a partir de allí se genere un arte corrosivo y al mismo tiempo capaz de llegar a tocar fondo en lo que a la experimentación teatral se refiere. ¿Por qué experimentación? Porque mediante esa forma se pudo incluir al juego, y porque una temática de esa calaña no se podía manipular desde otro lado. Cuando digo juego me refiero a la intención en la creación que va directo a lo inesperado y a lo no pensado, al azar, al dejar que venga y salga cualquier forma de hacer.

En esa dinámica, los actores y sus grupos producían obras en las que primaba el cuerpo del actor, porque podía hacer más que decir, y ese lenguaje corporal era menos fácil de descifrar y por lo tanto de censurar… Al cabo de un tiempo era censurado pero durante el lapso que funcionaba la obra podían expresarse con cierta libertad. “Tato” Pavlovsky, Griselda Gambaro y Norman Briski son vivos referentes de ese momento teatral, cultural y político (pero eran muchos, muchos más los actores, autores, plásticos, bailarines, utileros, escenógrafos, vestuaristas, iluminadores, directores… que formaron parte de ese momento socio-cultural).

No sentir miedo de perder la vida

Por cierto que el auge del teatro político y reaccionario fue cuando empezó la democracia, porque pudo llegar a mucha más gente y de a poco fue logrando independencia y libertad de expresión. Es por esto que el abanico se fue extendiendo y la experimentación grupal pudo completarse con un poco más de “comodidad”. Sin embargo, no por esto las obras y las puestas cambiaban de tono; por el contrario, diría que gracias a esto se fueron complejizando, dando como resultado estéticas bien variadas y sumamente interesantes ya que por lo general se caracterizaban por ser ambiguas en lo textual y en lo no textual, lo que hacía que el espectador termine por decodificar lo que veía (trayendo cada vez su competencia intelectual, claro está), pero también su sensibilidad si tenemos en cuenta la cercanía de los acontecimientos. Esta dialéctica generaba en el aquí y ahora del hecho teatral cierta interactividad que hacía que el teatro esté vivo.

¡Vivo el arte y vivo el espectador!

Esta frase podría ser en sí misma un manifiesto porque encierra en ella lo que creo que es o debería ser la función principal del teatro. Ya en sus orígenes, durante la época de la colonia, su principal objetivo era entretener, que derivaba un poco de lo que se hacía entre los actos de las obras clásicas en los que una pequeña compañía llevaba adelante números cortos y sumamente simples y alegres con el único fin de entretener en el entreacto (¡que valga la redundancia!). Esto fue creciendo y llegó a transformarse en género (principios del siglo XX) pasando por el circo, el sainete criollo, el grotesco etc. Del grotesco se fue pasando al realismo (Cossa, Monti, Talesnik) y en contraposición fue ganando espacio la vanguardia (Gambaro, el instituto Di Tella) y al tiempo, y porque no, el tiempo, fue gestando al teatro político.

Pero volviendo al objetivo del teatro digo que fue, es y espero que siga siendo no solo entretener, sino que siga entretejiendo en el espectador, imprimiendo en él, no importa qué, importa cuánto, importa cuándo, importa cómo, importa el porqué y definitivamente importa lo que él hace con todo eso: que ría, que llore, que no olvide, que olvide, que grite, que aguante, que cuente, que lo cante, que lo elija, que lo pegue en el espejo del cuarto, que lo odie, que lo recomiende o no, que lo empiece a estudiar, que lo rompa también pero que siempre lo viva■

Entrada anterior Los juicios por dentro – Andén 57
Entrada siguiente Moscas en el cine – Andén 57

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *