Filosofarconchicos surge como colectivo en el año 2007 desde un grupo de estudiantes de filosofía con una mirada particular acerca de la filosofía y su enseñanza, y a partir de una serie de inquietudes respecto a la relación entre la filosofía y los niños. A lo largo del tiempo ha ido adquiriendo la forma de un colectivo interdisciplinario de trabajo e investigación, tanto de graduados como de estudiantes. Tomando como punto de partida el programa y las propuestas de Filosofía para Niños desarrollada por Matthew Lipman hacia 1970, se ha ido realizado un trabajo sostenido tanto teórica como prácticamente de reformulación de dicha propuesta para finalmente dar forma a una mirada singular, denominada Filosofarconchicos.
La propuesta de Filosofarconchicos consiste en generar espacios de experimentación y reflexión filosófica en las aulas de las escuelas primarias con el objetivo de habilitar en la escuela espacios en donde los chicos puedan vivenciar la filosofía en comunidad. Desde esta propuesta, entendemos la filosofía en tanto praxis y producción colectiva, ligada tanto al pensamiento crítico como a aspectos creativos y afectivos, enmarcada en una dinámica de comunidad de indagación.
La propuesta educativa/ pedagógica de Filosofarconchicos en tensión con la educación bancaria
Retomando la concepción de lo que Freire concibió como educación bancaria en contraposición a la educación problematizadora, propongo poner en tensión y problematizar esta concepción con la postura educativa que sostenemos desde Filosofar con Chicos, en torno a la relación educador-educando, como una práctica de la libertad. Considero interesante poner en relación estas dos posturas, ya que el principal objetivo que se propone Filosofar con Chicos es quebrar la lógica de la educación bancaria, en tanto busca a través del diálogo desnaturalizar el rol docente y el rol del alumno tal como se lo ha ido construyendo a través del tiempo, repensar el modo en que habitamos las aulas y transformar nuestros modos de construir el conocimiento, tomando en cuenta no sólo el aspecto cognitivo sino incluyendo también la dimensión afectiva y creativa.
En nuestro sistema educativo, en sus paradigmas y concepciones, primordialmente prevalece la apuesta por un tipo de educación bancaria en la cual se ve reforzada la relación tradicional, construida históricamente, entre docente y alumnos. Siguiendo a Freire, esta relación es de una naturaleza particularmente narrativa y discursiva. En la educación bancaria, el docente presenta el conocimiento como algo petrificado, aislado de las experiencias cotidianas de los chicos y de sus inquietudes. El educador, sujeto real de este tipo de educación que es quien sabe, quien piensa y quien habla, considera que enseñar es lo mismo que depositar acríticamente cierta masa de contenidos en los educandos, que él mismo va narrando. Asimismo considera que aprender implica la memorización mecánica de esos contenidos y su reproducción sistemática, no dejando margen alguno para la interrogación, la problematización y el cuestionamiento. El educando aparece así como cosificado, es tomado como un mero objeto que sólo debe amoldarse a lo que proponga el educador. Tal como lo explica este autor, desde esta concepción “la educación es el acto de depositar, transferir, de transmitir valores y conocimientos”.[1]
Ante la consideración de lo que Freire considera como educación bancaria, me parece necesario plantear ciertos interrogantes: Este modo de educación que impera en nuestras escuelas y que se presume como dominante ¿es el único modo que tenemos de pensar la educación?, ¿no existen otras alternativas, que se atrevan a resistir y quebrar ese modo de pensar , y que apuesten política y pedagógicamente por un tipo de educación en el que el punto de partida sea el cuidado, la aceptación y el encuentro con el otro?
Pedagogía de la hospitalidad
Filosofar con Chicos se presenta como una alternativa a las propuestas pedagógicas y educativas que imperan en nuestras escuelas. Se presenta como quiebre de la noción de educación bancaria, en cuanto a su forma de entender y practicar la educación. Su apuesta está en habilitar en la escuela espacios en donde los chicos puedan, a partir del diálogo, vivenciar la actividad filosófica y la construcción de conocimientos y saberes en comunidad. “Entiende la educación en tanto praxis y producción colectiva, ligada tanto al pensamiento crítico como a aspectos creativos y afectivos, enmarcada en una dinámica de comunidad de indagación”[2]. Aspectos como el diálogo, la indagación, la generación de problemas, la búsqueda conjunta de respuestas, la desnaturalización de “lo dado”, la escucha y la autonomía del pensamiento motorizan y enriquecen a esta experiencia áulica que involucra tanto a los educadores como a los educandos en las clases.
El punto de partida de esta concepción es que enseñar implica aprender e investigar, y aprender implica a su vez, enseñar e investigar. El sujeto de este proceso deja de ser únicamente el educador, tal como es pensado desde una educación bancaria, sino que tanto el educador como los educandos pasan a ser sujetos de este proceso y conjuntamente van conformando una comunidad de búsqueda e indagación, en la cual el educar y el aprender se dará en el compartir, y en el encuentro con los otros.
La comunidad de indagación, conformada tanto por el educador, pensado como coordinador, y por los educandos, está atravesada por ciertos presupuestos como el de la horizontalidad y la construcción colectiva del conocimiento. La idea es que no hay una voz que monopolice ni las discusiones ni la toma de decisiones sino que cada uno habla y aporta desde su singularidad y sus potencias. El educando como el educador aportan sus potencias y si uno no puede algo, la potencia del otro lo ayuda a poder más. Se trata de tener en cuenta todas las potencias y de que los miembros de la comunidad puedan aprovechar el espacio para desarrollarlas. En la comunidad, lo que se privilegia es que se aporte a lo colectivo. La circulación de la palabra, el dar igual valor a las opiniones de cada unos de los sujetos que conforman la comunidad de indagación, la entrega y la confianza a la hora de expresar las distintas opiniones de cada uno se torna fundamental a la hora de poner en práctica los supuestos mencionados.
El educador, es decir el coordinador del Taller de Filosofía con Niños, no se presenta como alguien que debe transmitir algo a alguien, sino que debe acompañar el proceso de aprendizaje y de búsqueda de los educandos, y debe aprender a construir conocimiento en un encuentro con los otros, dando lugar a lo imprevisible, a la irrupción, al acontecimiento. Su relación con los educandos no se basa en una relación cognitiva sino que también implica una dimensión afectiva, la cual consideramos fundamental a la hora de construir la comunidad de indagación. La confianza, la entrega y la predisposición de contener, cuidar y conocer al otro, de escucharlo, de tomar sus aportes, será lo que a la larga permitirá que afloren los vínculos afectivos necesarios para experimentar la filosofía en comunidad.
Filosofar Con Chicos como una práctica de la libertad
El educador al promover actitudes para que los educandos puedan cuestionar, apropiarse y problematizar el mundo que los rodea, así como experimentar/vivenciar y ensayar modos alternativos de pensar y construir conocimiento de forma colectiva, decide correrse del lugar tradicional en que generalmente se y se lo coloca, es decir como portador del saber, dando lugar a una nueva forma de concebir la educación, en la cual la palabra del educando deja de ser mera sonoridad para adquirir fuerza plena y sentido, y en donde la autonomía y la libertad se vuelven puntos de partida fundamentales.