«Hasta que no te pase a vos / no vas a entender / Siempre así, tan egoísta / Hasta que no te pase a vos, no vas a entender / Clásico individualista / Decido que no te quiero escuchar / Decido no formar parte de tu plan» – Setentistas – Ataque 77
Sabemos que muchas palabras van cambiando sus significados según las aplicaciones que la gente va haciendo.
Militancia, según los diccionarios, significa “pertenencia o filiación a determinada ideología, grupo o partido político”. También, la acción de militar, se refiere al “haber o concurrir en una cosa alguna razón o circunstancia particular que favorece o apoya cierta pretensión o determinado proyecto”.
Tal vez el uso principal se refiere a la participación en un partido político, sin importar las características, ni la motivación por la que se participa, incluyendo el triste caso del clientelismo.
Yo no escuché ni leí que se diga que el miembro de una barra brava de un club milita, pero sí, por ejemplo, los miembros de una ONG anticapitalista o que defiende la ecología o los Derechos humanos. Sin embargo, todos militan. También lo hace un mercenario.
Hay distintos motivos que llevan a militar. Y distintos niveles de militancia.
En cuanto a estos dos temas a la vez, Eduardo Anguita y Martín Caparrós, en el prólogo de “La Voluntad” (serie de libros a través de los cuales los autores hacen una muestra de la militancia de los 60-70), expresan que “es la historia de una cantidad de personas muy distintas entre sí, que decidieron arriesgar todo lo que tenían para construir una sociedad que consideraban más justa”.
Uno puede tener una vocación militante a la que le lleve el apunte en mayor o menor medida. Esa militancia de los 70 daba su vida por sus ideales, y no solo me refiero a la posible muerte física, sino el ordenar toda su vida en pos de la militancia.
Esta puede ser, entonces, a “tiempo completo” o “tiempo parcial” aunque en este caso se pueda estar conectado “en conciencia” a “tiempo completo”. Puede variar su intensidad a lo largo de la vida, como en tantos casos conocidos. Por ejemplo, Jesús dejó todo lo demás en los últimos 3 años de su vida.
Detengámonos en la motivación de la militancia. Alguna vez escuché, por ejemplo, a Jorge Ávila, economista del CEMA, un centro de estudios de negocios, decirle allá por el 2001 a De Mendiguren, ex funcionario en la presidencia de Duhalde y actual presidente de la UIA, que todo lo que hacemos es por egoísmo, cosa que iría en línea con la idea de que el egoísmo es el principal motor del progreso capitalista. Tal vez para Ávila, nuestra vida tiene como único significado el progreso material. Y, sí, “el materialismo ateo marxista está pudriendo todo”…
Pero hay algo que hace que al ver lo malo que le pasa a OTRO, o enterarnos a través de un mediador, o al ver un hecho histórico donde hay sufrimiento, nos agarra ese sentimiento de indignación solidaria. Realmente algunos solo reaccionan cuando les toca a ellos mismos… Pero muchos otros lo hacen frente al dolor de otro ser vivo (no solo humano). Algunos se conmueven más con un animal o un vegetal que con un ser humano, y esto puede tener que ver con razones psicológicas o culturales, o suposiciones sobre culpas o inocencias.
Y se reacciona con distintos niveles de compromiso o sólo queda en “la charla de café”, o reaccionando en el momento frente al responsable de la injusticia, o solidarizándose con la víctima… Puede ser una reacción de impulso, corta en el tiempo, o provocar una militancia en el largo plazo, incluso un cambio radical de vida.
Pedro Casaldáliga escribió, con José Vigil, un libro muy recomendable, no solo para cristianos sino para todo militante: Espiritualidad de la liberación. Un tipazo que es sacerdote y “militante de la vida” me regaló un ejemplar este año. Uno de sus capítulos es la “indignación ética” a la que, para comprenderla mejor, le distinguen cuatro elementos:
1) La percepción de la realidad fundamental. Se refiere a situaciones en las que parecemos tocar lo más sensible de la existencia y que provoca en nosotros una reacción incontenible.
2) La indignación ética ante la realidad. Se ven comprometidos en ella valores que consideramos fundamentales. Viene de las raíces más profundas de nuestro ser. Si uno no la sintiera, no se consideraría a sí mismo humano.
3) La percepción de una exigencia ineludible. Sentimos que no alcanza con la indignación, con la “protesta puertas adentro”, nos interpela a hacer algo. No estamos dispuestos a convivir con esa injusticia
4) La toma de postura u opción fundamental. Acá viene el compromiso o, de lo contrario, el desentenderse, que es otra opción, cerrándose el corazón, deshumanizándose.
Como describe críticamente Actitud María Marta en su tema “Así está la cosa”: “Se me anudó el corazón, para poder sobrevivir, viviendo para salvar solo mi propio pellejo así. …Ay cómo el alma se me va…”
Además yo haría otras diferenciaciones:
Hay gente que solo se queja de lo que ve como perjudicial para sí mismo, o para un grupo al que pertenece. A partir de dicha situación puede quedarse en la queja o pasar a la acción de diversas maneras. A partir de la acción podemos decir que milita. No es una militancia desinteresada. No le importa en ese camino provocar injusticias. No está dispuesto a ver la realidad de manera integral. No tiene en cuenta la opción por los más débiles.
Si es por un problema de ellos, cortan la ruta o rompen todo, pero si van en el colectivo y se desvía por un corte dicen “a estos piqueteros hay que matarlos a todos”.
O luchamos por resolver el problema de la basura de un modo justo, o peleamos para que el basural lo pongan en otro lado donde otros se van a tener que hacer cargo de nuestra basura.
O veo el mal servicio en una oficina pública y en vez de luchar para que abran más oficinas o pongan más personas atendiendo, busco la solución individual de “conozco a fulanito que te atiende sin hacer fila”. Hay quienes se consideran piolas así. O critico la corrupción pero pago coimas.
Lo bueno, creo, es sentir un asco saludable por estas salidas individuales. Es sentirse mal uno con uno mismo de hacer algo así.
Mucho más tengo para decir, pero vuelvo a explicar, la idea es generar reflexión y debate.
Creo, como mensaje principal que pueda dejar, que no hay esperanza sin militancia desinteresada, que esta se basa en el amor incondicional por el mundo. Que hay distintas maneras de vivir en él, pero hay una línea muy profunda de separación entre plantearlo desde la competencia y el pretender salvar la quintita propia o, a la que más allá de mis incoherencias, pretendo adherir a la forma de entender el mundo como una construcción solidaria donde tenemos que levantarnos entre todos y nadie puede ser feliz a costa de hundir a otro, nadie puede levantarse, como decía Thoreau, sentado sobre los hombros de otro.
La verdadera militancia, la que mejora el mundo, se basa en el amor.
Pueden llegar a decir que si uno da amor es porque así se siente bien, tal vez haya que recordar las palabras de la Madre Teresa de Calcuta: “Ama hasta que te duela, si te duele es buena señal”.
Mario Benedetti.
Un gran abrazo a todos los militantes de la vida■