En rigor, de verdad esta nota no será una nota y tampoco daré precisiones ni respuestas al planteo del problema que intento hacer. Dicho lo cual, purgo mi culpa y mi conciencia tranquila comienza a escribir, ayudada casualmente por mí mismo. Se preguntará Ud. Si continuar o no leyendo. Y aunque mi consejo es parcial, y poco independiente, su curiosidad (si aún no ha dejado de leer) lo llevará hasta el final. Le propongo, si bien no concordar conmigo, que confrontemos juntos.

La precisión lingüística o terminológica ha pasado de ser un dato o una fórmula de exquisitos a una necesidad vital. Que la vida y la muerte se disputen en cada término o nos vamos al diablo.

La confusión conceptual, en la que hemos caído presupondría vaciar de contenido a cada palabra  y volver a edificar (resignificar, para los lingüistas) un nuevo idioma entero que dé un camino de seguridad al paso lento de la idea.

Aquí no es que ha muerto la ideología, no ha muerto Dios, no ha muerto la historia, no hemos muerto nosotros. No hay más conceptos. Ha muerto la palabra. La palabra hoy incomunica, confunde, equivoca. Nos distancia en la “era de la incomunicación”. Y así las cosas, yo que estaba siendo sincero desde el principio, hay una palabra que no sé qué significa realmente. Esa palabra es militancia.

Pero sí sé, y muy bien, quiénes se han apropiado de tal término, como “militantes”. Pasa que quienes militan se autodenominan “militantes”, y militante es un término que sólo lo utilizan quienes practican tal arte, para diferenciarse de quienes no lo hacen; y quienes no son militantes, la utilizan para referirse a quienes se han denominado alguna vez militantes. Por ende vengo a entender que militancia es todo aquello que un militante hace (?).

Cierro los ojos y pronuncio en voz alta “militancia”. ¿Qué veo? Primero una pincelada de su derechosa denominación: militar.  Algo de uniforme, algo verde también. Un arma en algunos casos. Un color rojo, luego de varios minutos de ojos cerrados. Veo a un joven que habla. Un militante generalmente habla fuerte, no imagino un militante que hable despacio, alguna pancarta de fondo, un militante siempre tiene un marco, un fondo, ya sea de gente, de papeles o de escenario.

El militante esta siempre más alto, o más fuerte, de alguna manera física se destaca. Pero no sobresale, se mantiene en una homogeneidad que no camufla, y que no disfraza. No oculta su superioridad, pero se avergüenza sanamente.

Quisiera poder identificar diferencias entre frente, unión, movimiento, grupo, si es que las hay. También sería de mi agrado, ver qué se piensa del dinero y la militancia. No hay militancia sin dinero. ¿Es generalmente el dinero de la militancia non sancto? Y vuelvo a preguntar, ¿qué es militancia?

Ni idea.

La política como arte, y al igual que la matemática y la lógica, son ciencias tautológicas, que sólo pueden explicarse desde sí mismas, desde su propia praxis político-militante.

Y no creo que se milite sólo por razones políticas, hay algo más. Y vamos a encontrar algo más si buscamos. No se puede militar por objetivos individuales, la militancia implica un derecho subjetivo de al menos un grupo de personas. Si lo hago por mí mismo, lucho. Si lo hago por alguien más milito.

Un grupo que se parece al de los militantes, o viceversa, son los artistas. En el arte de la militancia  y en la militancia del arte, se unen objetivos comunes. Hay un acto de fe en ambos, una creencia de cambio y de influir claramente en la realidad, una necesidad de operar en el entorno, en el “mundo”.

En su ejercicio hay religiosidad, en el sentido menos cristiano posible. Hay una creencia de que se desenvuelven en márgenes, si bien amplios, previsibles estables y con también esperables límites y limitaciones. Y los más creyentes hasta animan resultados.

Simón Marchán Fiz, Dr. en filosofía español, en su libro Del arte objetual al arte de concepto nos cita a Kosuth quien afirma que

el artista, como analista, no está interesado directamente por las propiedades físicas de las cosas. Esta interesado solamente por el camino: 1) En el que el arte es capaz de un desarrollo conceptual, y 2) como sus proposiciones son capaces de seguir lógicamente aquel desarrollo.” Y continúa diciendo Kosuth: “En otras palabras las proposiciones artísticas no tienen un carácter de hechos, sino un carácter lingüístico, es decir, no describen el comportamiento de objetos físicos e incluso metales; ellas expresan definiciones de arte (…) Lo que tiene en  común el arte con la lógica  y las matemáticas es que es una tautología, es decir, que la idea de arte (u obra) y arte son una misma cosa.

Agrega Marchán Fiz:

Pero a diferencia de aquellas ciencias – la lógica y la matemática- en el arte no interesan los resultados obtenidos, sino el operar en sí mismo, autofundado.

El arte se autolimita dentro de procesos de análisis tautológicos, imitando los modelos del lenguaje científico, lógico y matemático despreocupándose de los modelos prácticos  y operativos, pero nunca del contexto político.

Quizás de las definiciones propias del arte se desprendan muchas más precisiones en las ciencias sociales y específicamente en la política. No es menor que todo fenómeno artístico dependa y se nutra de fenómenos políticos-sociales que lo circundan, y los procesos humanos creativos tiendan, según entiendo aspiraciones modificatorias  y superadoras de la realidad.

Comprometida utilidad pública, salvo excepciones.

El militante  y el artista, creen en un color o en varios, en retratos, en fotografías que lo valen todo. Más que nada, creen en la acción. Creen en nombres  y simbologías sagradas. Intocables axiomas de sueños sociales.

Y así el subconsciente, que alguna vez fue inconsciente, se transforma en conciencia pura y “toma partido”, por ese color, por esa figura e incluso por esas palabras de una fuerza  y de una connotación innegable (socialista, peronista, justicialista, radical) que definen y redefine cualquier acción pasada, condicionando inevitablemente el alcance de cualquier acción (u omisión) futura: “soy socialista, soy peronista”, etc.

Lo mismo pasa con el artista que se autodefine, y luego se confirma por la crítica de turno, como impresionista, minimalista, surrealista, etc.

Resulta casi imposible que Picasso pueda considerarse Naíf y que un Peronista diga a sus compañeros “correligionarios” en una reunión del partido. Las formas y el gusto están más cerca de lo que creemos. Lo ritual a veces se vuelve imprescindible.

Pasará tiempo para que la definición de arte, arte de la política, y que la filosofía (escapando de su griego pasado de “amor al saber”) se convierta en arte de las ideas, y es bueno que así sea porque la praxis será definitoria.

Agradezco su compañía hasta el final de estas palabras. En ningún momento me sentí solo, quiero decirle. Y disculpe: ¿Es este texto un acto de militancia?  Deme Ud., lector invulnerable, ante la piedad, el gusto de un dudoso sí■

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